A las 15.25 del 18 de febrero de 2015 entró al Café de los Angelitos José María Lamorte, uno de mis 50 invitados para celebrar mis 50 años, una idea sobre la cual puedes leer más en esta nota.
En ese artículo expliqué que mi invitado debía elegir el lugar del encuentro de una lista de los bares notables de Buenos Aires.
Apenas se sentó frente a mí, José me contó la razón de su elección, propia de un hombre pragmático a partir de convicciones claras: “Lo elegí porque está cerca del Congreso, porque ahí empezará la marcha”, en referencia a la manifestación para pedir justicia un mes después de la muerte del fiscal Alberto Nisman.
Rodeados de turistas en el más “for export” de los cafés notables de Buenos Aires, en un día muy pesado en humedad, y con dos rondas de café de por medio, hablé con este colega mío, de 44 años de edad, sobre nuestros hijos y su alegría inconmensurable de cocinarles pizzas y supremas cuando ellos están con él.
Separado y con vida de soltero desde hace unos años, José, al igual que la mayoría de mis invitados, me contó algunas historias de su vida que desconocía, como por ejemplo su arribo al periodismo.
Por supuesto, nuestra vocación y trabajo se llevó gran parte de las dos horas y media de charla.
Coincidimos en que cada vez nuestro oficia necesita que los periodistas ofrezcan opinión, análisis y un punto de vista propio para entender una realidad muy compleja.
Semicalvo, con una sonrisa grande que ilumina su cara cuando se ríe, siempre franco, este simpatizante de Vélez Sarsfield es un amigo que aprecio mucho.
Cuando salimos del café llovía fuerte. Me guarecí bajo su paraguas y lo acompañé hasta el Congreso.
Antes de separarnos, le pregunté por qué iba a la marcha: “Para responderles en el futuro a mis hijos cuando me pregunten qué hice cuando pasó lo de Nisman”, me dijo. Nos abrazamos y quedamos en seguirla otro día sin urgencias.