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Un grupo de investigadores argentinos desarrolla equipos de diagnóstico basados en anticuerpos monoclonales, y sus primeros productos apuntan a encontrar alérgenos en alimentos y a la detección rápida de pacientes infectados con el virus zika.

“Somos un equipo de investigación y desarrollo con un enfoque hacia el desarrollo de productos que lleguen al mercado”, se definieron Juan Polledo y Alejandro Cassola ante el periodista Matías Alonso, en una nota difundida por la agencia TSS.

Ambos cursaron la materia Proyectos Biotecnológicos (optativa de la licenciatura en biotecnología y de posgrado de la Universidad Nacional de San Martín -Unsam-), dictada por Liliana Haim y en la que los estudiantes deben formular un proyecto y presentar un plan de negocios que debe ser aprobado por grupos inversores ajenos a la cátedra.

Luego de esa materia, Polledo y Cassola, a quienes se les unió Daniela Castillo, gracias a una beca posdoctoral, comenzaron un proyecto de base tecnológica dedicado al desarrollo de anticuerpos monoclonales incubado en la Oficina de Bioemprendedores y Transferencia Biotecnológica del IIB-INTECH de la universidad.

El emprendimiento tenía diversas aplicaciones: desde la detección de proteínas presentes en alimentos que puedan causar alergias hasta el diagnóstico de pacientes infectados con zika, por el que recientemente obtuvieron dos menciones especiales en la competencia IB50K 2016 del Instituto Balseiro.

“Empezamos en el año 2012, cuando yo quería hacer un cambio en mi carrera y dedicarme a proyectos que tuvieran una aplicación en el corto plazo. Justo en ese momento lo conocí a Juan (Polledo), que dirigió mi tesis de licenciatura. Durante ese período cursamos la materia en el IIB-INTECH y comenzamos a darle forma a un proyecto aplicable. Así fue como empezamos a pedir financiamiento y a pulir el proyecto de desarrollo de kits para detectar alérgenos en alimentos”, recordó Cassola.

Este equipo de ELISA (sigla por ensayo por inmunoabsorción ligado a enzimas) es una placa que tiene betacaseína, una proteína presente en la leche.

La proteína está “pegada” en la placa y, cuando el anticuerpo (monoclonal) se mezcla con una extracción del alimento que se quiere testear, si se une a la betacaseína que está presente en el alimento, entonces no logra unirse a la betacaseína que está en la placa y genera una disminución en la señal.

“También hicimos otro para ovoalbúmina, que es una proteína del huevo que usamos para detectar contaminación con huevo”, explicó Cassola.

Hay empresas que usan estos kits, que son importados y tienen un costo muy alto. Pero solo son usados por compañías multinacionales que se manejan con normas internacionales.

Si se utiliza una maquinaria para un alimento que, por ejemplo, contiene leche, y después se la usa para hacer otro que no tiene este ingrediente, se debe verificar que en toda esa línea de procesamiento no haya contaminación del producto.

Según dijeron los investigadores, en la Argentina, en el año 2012, el Ministerio de Salud casi logró, durante un período muy corto, que se aplicaran las regulaciones internacionales.

Sin embargo, muy rápidamente las cámaras de productores de alimentos lograron que se dieran de baja o se suspendieran las regulaciones por los costos que implicaba.

Estos kits son uno de los costos, pero la normativa también implica otras cosas, como capacitar al personal.

Los investigadores tuvieron contacto con empresas antes de lanzar el producto y estaban interesadas en este desarrollo.

De hecho, recibieron cartas de aval de empresas en las que se especificaba que, si llegaban a completar el desarrollo, ellas lo querían. Pero la reglamentación sigue suspendida en la Argentina.

Durante 2016, en el que pudieron ir a la BIO International Convention —la feria mundial más grande de biotecnología, a la que asistieron invitados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (MINCYT)–, tuvieron contacto con dos empresas que están interesadas en el desarrollo, principalmente en los anticuerpos que usa.

No son empresas de alimentos, sino empresas que hacen kits. Lo que les interesa es adquirir los anticuerpos monoclonales que desarrollan para incorporarlos en sus propios productos.

Los investigadores diseñan hoy sistemas de detección rápida para el zika, que son como un test de embarazo en el que se usa una gota de suero o sangre y que permite detectar la presencia de la enfermedad en un plazo no mayor a diez minutos.

En el caso del zika, el hecho de que haya un diagnóstico rápido es muy importante, ya que, en general, las pruebas llevan mucho tiempo porque se hacen en el laboratorio.

Eso implica tomar la muestra de un paciente, refrigerarla, anticoagularla y llevarla hasta un laboratorio que tenga todo el equipamiento necesario para hacer el diagnóstico.

A lo mejor, desde que un paciente es sospechado de haberse infectado hasta que se puede confirmar la infección pasan varios días, y eso puede complicar mucho el tratamiento.

El sistema que actualmente desarrollan los investigadores busca detectar una proteína del virus que es producida por él mismo dentro de las células que infecta.

Esta proteína se llama NS1, se sintetiza en muy altas cantidades y va a parar a la sangre de la persona infectada.

Durante los primeros seis a ocho días, tras la aparición de los síntomas de la enfermedad, es el período en el cual se puede encontrar esta proteína.

«Lo que tiene de bueno es que es relativamente fácil de detectar. Lo que tiene de malo es que es muy parecida a la proteína del dengue y, como los síntomas de ambas enfermedades pueden ser similares, si uno no utiliza anticuerpos que estén muy bien diseñados para reconocer a una proteína, pero no a la otra, se podrían confundir las enfermedades», dijeron los investigadores.

Por eso se concentran en generar anticuerpos monoclonales muy específicos, que solo reconozcan la proteína del zika.

El plan de negocios que diseñaron en 2012 fue presentado en diferentes lugares. Uno de estos lugares, de donde más financiamiento obtuvieron, fue la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica del MINCYT, a través de un «PICT Start Up«.

Después llegó la beca posdoctoral que permitió contratar a Castillo y también ganaron premios y concursos, como el del Banco de la Nación Argentina junto con la Fundación Empretec.

También recibieron financiamiento del Ministerio de Industria, hoy de Producción: un PACC Emprendedor, y el premio AllTec, organizado en la Unsam por la Cámara Argentina de Biotecnología, que además del premio económico les permitió acceder a la conferencia BIO.

En esa convención se promueve la interacción entre investigadores, emprendedores y empresas, y tuvieron la posibilidad de contactarse con instituciones y empresas que investigan sobre el zika y son probables aliados para el desarrollo.

De izquierda a derecha: Daniela Castillo, Alejandro Cassola y Juan Polledo.

De izquierda a derecha: Daniela Castillo, Alejandro Cassola y Juan Polledo.

Si bien se lo conoce desde mediados de la década del 50, todavía se sabe muy poco sobre este virus, ya que recién se lo empezó a estudiar a fondo en el último año.

Se pensaba que era un virus inocuo, que tenía poco más que unos síntomas leves durante las primeras semanas de infección, pero la pandemia de zika fue explosiva y hoy Brasil es el país más damnificado, con más de 100.000 casos.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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