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El Gobierno nacional, a través del Banco Central (BCRA), impulsa desde hace casi un año medidas que fortalecen el cambio hacia una banca cada vez más tecnológica, inclusiva, segura y amigable para los usuarios.

Reducir el uso de efectivo fomentando las transacciones digitales es uno de los objetivos que se persiguen, siguiendo modelos como Suecia, donde apenas el 5% de las compras al por menor se realizan con billetes; o la India, que redujo la emisión de papel moneda.

El dinero electrónico no es una tendencia futurista. Con aplicaciones concretas a nivel local, el dinero electrónico es cada vez más real y menos virtual.

Los argentinos, casi sin darse cuenta, realizan transacciones 100% digitales en distintas situaciones de la vida cotidiana.

En el último año las billeteras virtuales ganaron terreno y permiten abonar en más de 500 restaurantes de todo el territorio.

Ya existen soluciones que permiten efectuar el pago de la carga de combustible en estaciones de servicio mediante el escaneo de un código QR desde un «smartphone».

También se puede reservar, mapear el trayecto de un viaje en taxi y pagarlo directamente desde una aplicación sin utilizar dinero físico.

Agregar saldo a la tarjeta SUBE o al celular, o pagar las boletas de luz, gas, teléfono o cualquier otro servicio hogareño escaneado el código de barras también desde un dispositivo móvil ya es cosa del presente.

Incluso, estas plataformas tienen un uso «social», que permite realizar transferencias entre personas, por ejemplo, para los gastos compartidos de un regalo o de una cena, sin preocuparse por tener el cambio justo.

Y yendo a experiencias totalmente libres de efectivo, muchos han tenido la oportunidad de ir a un recital o una feria y contar con una pulsera para pagar todos dentro del predio sin tener que usar un billete.

El cambio se ve también a nivel del gobierno. A partir de marzo de este año, por ejemplo, el Banco Central destruyó buena parte de los billetes de $100, que representaban el 91% del circulante para llegar al 70%, y los reemplazó por los de $200 y $500, reduciendo así la cantidad de efectivo que había en la calle.

Otra de las medidas para fortalecer el uso de pagos alternativos al efectivo es la que obliga a todos los comercios a aceptar tarjetas de débito.

Si se suma a la rebaja en las comisiones a las operaciones con ambos tipos de pago; o la creación impulsada por el BCRA del «debin», un sistema que debita automáticamente de la cuenta del cliente bancario una vez que autorizó el respectivo cobro de algún bien o servicio, a la luz queda la intención de poner fin al efectivo.

El 50% de la población económicamente activa del país no está bancarizada, de acuerdo con un estudio elaborado por el Banco Mundial.

Índices del mismo organismo indican que el 25% del PBI de la Argentina está en negro.

En la otra mano, en la Argentina hay un 25% más de «smartphones» que de habitantes, según el Mobility Report de Ericsson.

Entonces, la ecuación es lógica: la vía para democratizar los servicios financieros será a través de la tecnología.

Esta propone experiencias realmente superadoras, que permiten empoderar a los usuarios.

Ya no se trata sólo de utilizar un plástico, sino de ni siquiera tener que llevarlo consigo.

Los avances permiten pagar con el celular, un objeto que la mayoría de los adultos tiene en sus manos en todo momento y siempre está disponible.

¿Qué falta, entonces, para la masificación de las nuevas soluciones? Un aspecto es la penetración de «smartphones» y tabletas en todas las capas sociales, especialmente en la base de la pirámide, que le permite a la mayor parte de la población argentina encontrar en el dinero electrónico la forma de inclusión financiera que el sistema bancario tradicional no ha podido resolver hasta el momento. Y, fundamentalmente, tiempo.

Tanto para que cada vez sean más los comercios que ofrezcan estas formas de pago, como también para que los usuarios los demanden.

Mariano Garrasino

Director de Ventas, Desarrollo de Negocios y Marketing de Mercado Pago.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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