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Un equipo de científicos de Mendoza y de Buenos Aires descubrió que la galectina-1, una molécula que ha sido involucrada en el crecimiento tumoral y enfermedades autoinmunes, también promueve el desarrollo de la clamidiasis, una enfermedad de transmisión sexual de alta incidencia que puede provocar infertilidad.

La clamidiasis es una enfermedad de transmisión sexual (ETS) que suele transcurrir en silencio, porque no presenta síntomas en aproximadamente el 50% de los varones y el 75% de las mujeres que se infectan por primera vez.

Según la Organización Mundial de la Salud, es una de las ETS con mayor incidencia y prevalencia.  Sin embargo, no es tan conocida como las otras infecciones sexuales.

La clamidiasis es una patología provocada por una bacteria: la Chlamydia trachomatis.

Como otras ETS, la clamidiasis incrementa el riesgo de transmitir y de adquirir el HIV.

Además, su desarrollo silencioso hace que no sea detectada tempranamente, lo cual puede ocasionar infecciones crónicas con consecuencias severas, como ceguera o infertilidad.

«Se estima que hasta un 50% de los casos de mujeres infértiles se debe a la infección crónica por clamidia», señaló el médico Agustín Luján, primer autor de un trabajo científico que se publica el 11 de junio en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

El estudio, que difundió la agencia Nex Ciencia, revela un mecanismo a través del cual la infección por clamidia se ve favorecida y prospera. Luján lo explicó así:

«Para poder sobrevivir, la bacteria necesita ingresar a las células del organismo que va a infectar. Nosotros descubrimos que la proteína galectina-1 (Gal-1) facilita a la clamidia la invasión de esas células».

Gal-1 es una molécula clave en el sistema inmune (el arsenal de defensa del organismo).

El argentino Gabriel Rabinovich y su equipo estudia su funcionamiento, y desde hace más de una década efectúa investigaciones en cáncer que demuestran que esta proteína favorece el crecimiento tumoral e inhibe el desarrollo de enfermedades autoinmunes.

Rabinovich, profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador del Conicet en el Instituto de Biología y Medicina Experimental, codirigió el trabajo publicado en PNAS junto con María Teresa Damiani, investigadora del Conicet en la Universidad Nacional de Cuyo.

Inmunofluorescencia (en rojo y azul) en la que se ve un circulo perfecto con puntos azules y rojos adentro que son las clamidias con galectina-1 pegadas.

Promotora de la infección

Se sabe que la Gal-1 no sólo promueve el cáncer. Diferentes estudios científicos muestran que esta proteína también puede favorecer la infección por diversos microbios.

«Hasta ahora, no había ningún trabajo en todo el mundo que relacionara a galectina-1 con Chlamydia trachomatis», afirmó Luján.

«Comprobamos que esa proteína modula el proceso de unión de la bacteria a la célula huésped y su posterior ingreso, promoviendo el desarrollo de la infección», completó.

Según el investigador, «en presencia de Gal-1 entran más bacterias a la célula y, una vez dentro, se multiplican mucho más».

Una particularidad del trabajo, que le otorga una calidad singular, es la variedad de métodos experimentales que se utilizaron para validar los resultados: se usaron distintos cultivos celulares, diferentes técnicas de microscopía y, además, dos cepas de ratones, una de las cuales no produce Gal-1.

«En los ratones que no producen galectina disminuye significativamente la infección», acotó Luján.

«Lo mismo sucede cuando el ratón carece de los receptores que unen galectina-1», añadió.

Según publicaron los científicos en el paper, la Gal-1 se uniría, por un lado, a la célula huésped y, por el otro, a la bacteria.

De esa manera, actuaría como un puente que facilitaría a la bacteria adherirse a la célula y, luego, ingresar en ella.

«En algunas imágenes de microscopía registramos un fenómeno que no se había visto nunca: dos clamidias, muy próximas entre sí, entrando juntas a la célula hospedadora», comentó Luján.

«Esto ocurrió en un experimento en el que agregamos galectina al medio de cultivo», aclaró.

Una pregunta a la que la ciencia todavía no ha dado una respuesta completa es por qué cuando una persona adquiere una ETS tiene mayor predisposición a contraer otra ETS.

«¿Por qué no pensar en la galectina como un factor clave en el mecanismo de co-infección?», se preguntó Luján.

Para el investigador, el hallazgo de que la Gal-1 cumpliría un rol central en el proceso de infección por clamidia «abre la puerta a experimentar con terapias dirigidas a inhibir el funcionamiento de la galectina. Sobre todo en momentos en los que empiezan a aparecer bacterias resistentes al antibiótico más utilizado para el tratamiento».

Luján se entusiasmó con la posibilidad de hacer pruebas con un anticuerpo monoclonal desarrollado por Rabinovich, que neutraliza a la Gal-1 y que está pensado para el tratamiento de tumores.

Rabinovich opinó que «el trabajo abre el espectro de funciones de esta proteína, y amplía el horizonte de posibilidades de manipular a galectina-1 para atenuar infecciones bacterianas de alta prevalencia».

Luján resaltó «la importancia de que el trabajo se haya desarrollado completamente en la Argentina», y subrayó: «Para quienes trabajamos en el interior del país, la colaboración con otros equipos es muy necesaria».

Para Rabinovich, «este trabajo refleja la importancia de la colaboración entre laboratorios argentinos, lo que a su vez permite la construcción multidisciplinaria del conocimiento. Nosotros aprendimos muchísimo de esta colaboración, porque la doctora Damiani y el doctor Luján son expertos en infecciones por clamidia».

Además de Rabinovich, Damiani y Luján, el trabajo llevó la firma de Diego Croci, Julián Gambarte Tudela, Antonella Losinno, Alejandro Cagnoni y Karina Mariño.

El estudio fue financiado con fondos de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, de la Universidad Nacional de Cuyo y de las fundaciones Sales y Bunge y Born.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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