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«El presupuesto en tecnología es una inversión, no un gasto», decía en diciembre de 2016 Lino Barañao, el único titular que tuvo en su historia el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, creado en 2007 por Cristina Fernández de Kirchner y eliminado como tal el 3 de septiembre por el presidente Mauricio Macri, en el marco de un ajuste fiscal para contener la suba del dólar.

Barañao, el único ministro del kirchnerismo que sobrevivió en 2015 al inicio de la gestión macrista en 2015, había dicho hace casi dos años que estaba «en condiciones de demostrar que la ciencia y tecnología pueden ser una fuente de ingresos para el país», aunque la debacle económica de los últimos meses arrasó con ese intento.

Unos meses antes, en julio de 2016, Barañao había asegurado que su relación con Macri era «más fluida» e integrada con otros ministerios y que el jefe de Estado «trabaja con un sistema mejor» que el de la ex presidenta.

«Con Macri tenemos una relación fluida y libertad para plantear nuestras cuestiones. Con Cristina Kirchner la relación era distinta, eran decisiones más ejecutivas», explicó a la prensa en esa ocasión Barañao.

¿Qué pasó entre el optimismo y las altas expectativas que había en diciembre de 2007, cuando asumió, a septiembre de 2018, donde se redujo de ministerio a secretaría?

La cartera creada en diciembre de 2007 fue la primera en América latina que incluyó a la innovación productiva asociada a la ciencia y la tecnología.

Según explica esta cronología, la primera vez que la ciencia figuró en un organigrama estatal fue en 1949, bajo el primer gobierno de Juan Domingo Perón.

Luego sufrió varios vaivenes y el último antes de la creación del ministerio en 2017, lo ubicaba con jerarquía de secretaría ministerial dentro del Ministerio de Educación.

Entre sus objetivos cuando fue creado, hace casi 11 años, esta cartera tenía la promoción del crecimiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, a través del incremento de los salarios de investigadores y la provisión de infraestructura; las acciones tendientes a vincular los sistemas académico y productivo para generar consorcios público – privados; la solución de la brecha de las grandes ciudades y el interior del país a través de líneas de financiamiento del Consejo Federal de Ciencia y Tecnología (Cofecyt) cuyas prioridades fueron fijadas por las autoridades provinciales y que están estrechamente relacionados con necesidades regionales.

Ubicado desde 2012 en el Polo Científico Tecnológico en el barrio porteño de Palermo, donde se encontraban las ex Bodegas Giol, la cartera sufrió bajo el macrismo un duro ajuste.

De acuerdo a este informe del portal de comprobación de datos Chequeado.com, los fondos ejecutados aumentaron casi 50% en la gestión de Cambiemos, la mitad de lo marcado por Macri.

Sin embargo, si se tiene en cuenta la inflación de ese período, la ejecución real cayó entre un 9 y un 16 por ciento.

La gran mayoría de los gastos de este ministerio se destinan a dos grandes organismos: por un lado, al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), encargado de promover la ciencia y el desarrollo tecnológico en el país, y en menor medida a la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), responsable de los proyectos espaciales.

Según los datos de la plataforma «Presupuesto Abierto» elaborados por el Ministerio de Hacienda de la Nación, para 2016 (último presupuesto aprobado en la gestión de Fernández de Kirchner) la cartera que encabezaba Barañao tenía un presupuesto de casi $10 mil millones, mientras que el último presupuesto 2018 le otorgó $19 mil millones a dicho ministerio.

Así, en los dos años de gestión de Cambiemos el Ministerio de Ciencia tuvo un aumento nominal del 94%, cercano al 100% marcado en un discurso a principios de este año por Macri.

Para Chequeado, había dos cuestiones a tener en cuenta: «la primera es que el presupuesto de un ministerio puede sufrir cambios en el año, ya sea porque se le aumenten los fondos o se los disminuyan».

«La segunda particularidad es que en enero de 2016 la Conae fue transferida del por entonces Ministerio de Planificación Federal de la Nación a la órbita del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Por esto mismo, para comparar la variación en la inversión en el Ministerio de Ciencia se debe agregar para 2015 el presupuesto que recibió la Conae, en ese entonces dependiente de Planificación», afirma el informe de Chequeado.

Si se consideran los fondos efectivamente ejecutados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, a la última semana de diciembre de 2017 estos alcanzaron los $16 mil millones, mientras que en 2015 -último año del gobierno de Fernández de Kirchner- los montos destinados a esa cartera y la Conae habían sido de $10,8 mil millones.

Esto significa un aumento de casi un 50% entre 2017 y 2015, ya lejos de la suba marcada por Macri.

Además, estos datos de ejecución presupuestaria no tienen en cuenta la inflación que hubo durante los dos últimos años.

Si se tiene en cuenta la inflación, los fondos destinados a estos organismos y al Ministerio de Ciencia y Tecnología cayeron entre un 16% y un 9%, según si se realiza el cálculo con el IPC realizado por la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires o con el IPC San Luis, respectivamente (estos índices de inflación fueron considerados oficiales durante la «emergencia estadística» del INDEC).

Más información sobre este tema en la nota que publiqué en iProfesional aquí.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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