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El siguiente texto fue publicado el 7 de marzo de 2019 por el pastor Américo Jara Reyes, obispo de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina (IEMA), dirigido a las comunidades de fe de esta denominación, con motivo del día internacional de la mujer, que se conmemora el 8 de marzo.

“Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.”

Jesús, en el Evangelio de Juan, 10.10.

«Me han estremecido mujeres…, mujeres de fuego, mujeres de nieve»

De una canción de Silvio Rodríguez.

El Día Internacional de la Mujer fue instituido en 1975 por las Naciones Unidas, en homenaje a las 129 obreras textiles que el 8 de marzo de 1908 murieron carbonizadas en Nueva York, cuando el dueño de una fábrica dictaminó incendiar el edificio antes que aceptar reclamos laborales. Y cada año se celebra, se reflexiona, se manifiesta en una jornada más de defensa de los derechos femeninos y de conquistas obtenidas en contra de la discriminación y de la violencia contra la mujer.

¡111 años de aquel 8 de marzo de 1908, 129 mujeres luchando por sus derechos, 129 mujeres carbonizadas, hace 111 años! En todo este tiempo muchas cosas han cambiado, con grandes e impensados adelantos en ciencia y tecnología pero, lamentablemente, quedan muchas sendas por transitar en lo que tiene que ver con las relaciones de poder, en donde la violencia contra la mujer es una marca siniestra, que evidencia la estructura perversa de la sociedad patriarcal.

Conmemorar un nuevo 8 de marzo ha de ser una convocatoria a la reivindicación y la denuncia, a conmoverse e indignarse en busca de un tiempo más justo. Sabernos parte de una historia y memoria de luchas obreras, sociales y políticas en las que mujeres valientes y combativas no se resignaron ante la injusticia, la discriminación, el prejuicio, las negaciones y violaciones, debe animarnos para avanzar hacia un futuro superador, en donde la práctica de la justicia y la experiencia cotidiana de la gracia sean las expresiones de vivir según el Espíritu.

“Creo en la resurrección y la vida eterna…”

Elsa Tamez, biblista y teóloga, ilumina y enfatiza que es vital marcar la resurrección de los cuerpos para romper con el dualismo patriarcal y maléfico que desprecia la materia y la emoción:

“Tener fe implica creer que Dios resucita el cuerpo de la víctima inocente crucificada, condenada por la ley que hace funcionar la sociedad patriarcal. El cuerpo del crucificado es actualizado por los cuerpos de las mujeres golpeadas, violadas, torturadas. No se actualiza para legitimar la victimización, sino para solidarizarse con la víctima y resucitarla.”

Que en esta conmemoración del Día Internacional de la Mujer nos afirmemos en la urgencia de la espiritualidad encarnada y profética de Jesús de Nazaret, que nos ayude a afirmar la vida en todos sus sentidos y dimensiones. Y en la urgencia por un tiempo en que los sueños de paz, justicia, unidad y verdad se hagan tangibles y concretos. Al decir del cantautor español Luis Guitarra, es necesario un proceso de des/aprendizaje:

“Desconvocar el odio,
desestimar la ira,
rehusar usar la fuerza,
rodearse de caricias.
Reabrir todas las puertas,
sitiar cada mentira,
pactar sin condiciones,
rendirse a la Justicia.”

Solo la gracia de Dios ofrece espacios de libertad para convivir y celebrar la vida, espacios donde la inclusión de la diversidad interrumpe los mecanismos y lógicas de dominación y opresión. La gracia de Dios hace posible la vida plena y abundante, crea nuevas relaciones interhumanas orientadas por la gracia, nunca más por la dominación y la violencia. Solo la gracia de Dios puede afirmar con fe y coraje la vivificación de los cuerpos sufrientes de las mujeres desde ahora.

Hermanos, necesitamos dejar de ser el “Caín” de las demás y los demás, porque ser hermanos y hermanas de verdad es la única metáfora posible disponible para sobrevivir.

“No seamos como Caín, que mató a su hermano. Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida, y lo sabemos porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama, aún está muerto… Conocemos lo que es el amor porque Jesucristo dio su vida por nosotros; así también, nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos, por nuestras hermanas”.

De la primera Carta de Juan el apóstol, 3.12,14,16.

Hermanas, lo más valioso de nuestros cuerpos es su capacidad de creer, de vivir, de aprender, de enseñar, de amar y de reencontrarnos a nosotros mismos y junto a los otros y las otras en la vida.

Hermandad querida, me despido con un pensamiento de Elsa Tamez:

«Quiero imaginar la paz en nuestro mundo y nuestra casa como la corola de una flor que despide un olor a Dios. Olor que lleva a discernir su presencia en cada cosa creada, ya sea por Dios o por los humanos. Esto sería como el fin de toda violencia de humanos contra humanos y de humanos contra la naturaleza. Porque así como no puedo asir, agarrar con mis manos el olor para apoderarme de él, así tampoco puedo dominar a las personas y los pueblos: su olor a Dios me detiene. Es un olor de paz, de reconciliación, porque se respeta el olor de Dios en el otro.»

Abrazo fraterno/sororal.

Pastor Américo Jara Reyes

Obispo

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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