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Hoy, 30 de septiembre de 2019, se cumple un año exacto de mi primer día completo en Armenia, el país de mis abuelos paternos, Aram y Lousaper Dergarabedian, quienes debieron dejar su tierra de origen por el genocidio armenio cometido por Turquía.

Un siglo después de esos crímenes contra la humanidad que siguen impunes y sin reconocimiento por parte del país genocida, había llegado el día anterior, el 29 de septiemnre de 2018, al país de mis ancestros, luego de algo más de un día de viajes aéreos que había iniciado en Buenos Aires.

La primera integrante de mi familia que fue a Armenia después del genocidio fue mi hija, Agustina, quien vivió en tierras transcaucásicas entre abril de 2018 y febrero de 2019, un viaje sobre el cual te conté en esta nota.

A partir de ese día de mi llegada, relaté el viaje en una serie de notas que escribía a la noche después de cada jornada, en un teléfono móvil desde el cual también publicaba el artículo.

Fueron notas escritas y publicadas casi en crudo, con una edición ínfima.

Un año después de ese viaje trascendental en mi vida, una herramienta nueva de Google Fotos, llamada Recuerdos, que selecciona imágenes a partir de una técnica de aprendizaje automáticos, me motivó a escribir sobre este periplo, con algo más de desarrollo que esas notas breves y casi en crudo.

Luego de desayunar en el Daniel Boutique Hotel en Ereván, la capital de Armenia, me encontré con Agustina, quien ofició de guía y cicerone en todo el viaje, para iniciar mi primer día completo en Armenia, una jornada que estuvo signada por el contacto directo con la fe y la historia de esta nación.

Era domingo, y Agustina, con excelente criterio, dispuso ir a Etchmiadzin, la capital espiritual de Armenia.

Tomamos un taxi compartido para ir a esta ciudad, donde está la sede del principal centro de la Iglesia Católica Armenia.

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Todo descendiente de armenios que visita por primera vez la tierra de sus ancestros tiene como una ruta imprescindible para recorrer, compuesta por Etchmiadzin, el memorial de Sardarapat y el memorial del genocidio armenio en Ereván, una lista a la que se puede agregar el monasterio de Khor Virap.

Con Agustina presencié parte de un oficio religioso en la catedral, que estaba en refacciones.

Ubicada a unos 20 kilómetros al oeste de Ereván, esta catedral fue construida originalmente por San Gregorio el Iluminador como basílica, entre los años 301 y 303, cuando Armenia era el único país en el mundo donde la religión cristiana era la religión del estado.

El lugar estaba lleno de familias, desde ancianos hasta niños, supongo que porque era domingo, día de cultos y servicios religiosos.

Puedes ampliar las fotografías que están en las galerías de esta nota haciendo clic sobre ellas.

La religión cristiana forma parte del ADN cultural armenio, como pude apreciar en mi estadía, tanto en este lugar como en Ereván.

Hacia el mediodía dejamos este lugar y fuimos en un taxi al templo de Zvarnots (en armenio significa ángeles celestiales), considerado como la primera catedral cristiana de la historia.

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El contraste era fuerte entre la intensa actividad de Etchmiadzin, con un desfile incesante de personas, y la soledad de este lugar, donde había pocos turistas, quizás por el calor de la hora.

Los planos y dibujos y maquetas que hay en el museo vecino al templo permiten darse una idea de la gran magnitud arquitectónica y religiosa de esta catedral circular en ruinas del siglo VII, ubicada a unos 15 kilómetros al oeste de Ereván, en el límite de Etchmiadzin.

Junto con las iglesias en Etchmiadzin, Zvartnots fue añadido a la lista de la Unesco del Patrimonio de la Humanidad en el año 2000.1

Como se puede apreciar en la siguiente fotografía en Zvarnots, Agustina estaba vestida con elegancia y a tono con la visita a Etchmiadzin, mientras que este servidor eligió una ropa más propia para un culto o servicio religioso y futbolero 😛

De repente apareció en este templo un cuarteto vocal de cantos típicos armenios quienes interpretaron diferentes canciones, a la sombra de las columnas y capiteles.

De Zvarnots fuimos también en un automóvil de los servicios «alla Uber» que hay en Armenia hasta el memorial de Sardarapat.

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Se trata de un sitio a 55 km al oeste de Ereván que conmemora una victoria militar clave de Armenia sobre Turquía.

Este memorial es un símbolo de orgullo y supervivencia, porque marca el lugar del exitoso esfuerzo de última hora de Armenia para salvar a la nación de la destrucción a manos de los turcos en la batalla de Sardarapat del 22 al 26 de mayo de 1918.

El improvisado ejército de Armenia rechazó a las tropas turcas y salvaguardó la pequeña porción de la Armenia histórica, que se convirtió en la república actual.

El memorial es famoso por su entrada, flanqueada por enormes bueyes alados hechos de toba roja.

Un tramo de escalones conduce a una plaza desde la que se levanta un campanario de 26 metros de altura.

La hermosa estructura enrejada con sus doce campanas se puede ver desde lejos. Las campanas suenan cada año el día de la victoria histórica.

El monumento está custodiado por enormes leones de alas armenias de estilo antiguo, y está flanqueado por un jardín conmemorativo para los mártires de la guerra por la región de Arstaj, donde Armenia se impuso a Azerbaiyán.

Vecino al memorial hay un interesante museo etnográfico.

Como fondo del memorial y del museo está el monte Ararat, el símbolo histórico de Armenia que quedó en manos de Turquía.

Mientras esperábamos a un taxi para regresar a Ereván, Dios nos regaló un hermoso atardecer.

El intenso día terminó con una cena hermosa y opípara junto a Agustina en Anteb, un restaurante en el centro de Ereván.

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Este restaurante está especializado en comida de Armenia occidental, donde nacieron y se criaron mis abuelos.

El viaje me permitió reencontrar con las comidas que hacía mi abuela todos los domingos para el almuerzo de la familia.

Puedes ver más fotografías de ese primer día completo en el país de mis abuelos en esta nota. Puedes leer más notas sobre este viaje a Armenia aquí.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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