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Cabeza despejada, mente más enfocada, espíritu relajado, mayor resistencia física: estos son los principales beneficios del ayuno virtual que realicé desde el 2 y hasta el 10 de noviembre de 2019 inclusive.

Cumplí esta meta, que te compartí en esta nota, en el marco de unas vacaciones de ocho días.

Consistió en no acceder a redes sociales, y correo electrónico, ni atender llamadas telefónicas y mensajería instantánea, salvo excepciones muy contadas.

Con esta práctica busqué y conseguí elevar la calidad de mis vacaciones.

En la ciudad neuquina de Villa La Angostura, donde estuve entre el 2 y el 9 de noviembre, y en el aeropuerto de la ciudad rionegrina de San Carlos de Bariloche, el más cercano a la localidad norpatagónica donde vacacioné, y en Buenos Aires, donde resido, me desafié y superé en estos tiempos de hiperconectividad, al desconectarme de las redes sociales y el correo electrónico, y no realizar llamadas telefónicas y mensajes instantáneos con fines laborales.

Detalles

Te cuento a continuación lo que hice, y al final de la nota, un resumen de lo que conseguí.

Viajé con tres teléfonos móviles; dos de ellos tienen sus líneas activas con diferentes operadores.

También llevé una tableta que sólo accede a Internet vía Wi-Fi pero no trasladé una computadora portátil, porque las notebooks tienen fines laborales y estas fueron mis vacaciones ????

No se trató de un ayuno completo de teléfonos móviles o tabletas, porque, como explicaré más adelante, recurrí a ellos con fines creativos o turísticos, pero no como herramientas de comunicación.

Para alcanzar la meta, tomé y cumplí las siguientes medidas:

Habilité la herramienta de no molestar y/o no interrumpir en los teléfonos móviles desde la salida del aeropuerto de San Carlos de Bariloche hasta mi regreso al Aeroparque porteño.

De esa manera, sólo estuve disponible para llamados de mi familia y algunos amigos.

Si me llamaste en estos días y aparecía un mensaje de no disponibilidad, encontraste aquí la respuesta. 😛

Como te expliqué en esta nota, tengo deshabilitadas desde hace más de un año la aparición de notificaciones de cualquier tipo de aplicación o servicio o correo electrónico o redes sociales en las pantallas de los teléfonos móviles.

Configuré el modo automático de descarga por Wi-Fi de las actualizaciones de aplicaciones.

No me conecté a Internet desde mi tableta por Wi-Fi. En realidad me doy cuenta ahora cuando escribo esto que no había necesidad alguna de llevarla.

Tampoco me conecté a Internet usando una PC en mi lugar de hospedaje, o en un locutorio o en un “ciber”.

A la noche me conectaba al Wi-Fi del lugar donde me hospedé para actualizar el sistema operativo y el software de seguridad de los teléfonos móviles, y para realizar una copia de seguridad de las fotografías y videos que tome durante el día con una cámara Canon EOS 1300D con tres lentes, y sincronizar las métricas registradas por el reloj “inteligente” FitBit Versa.

Aprovechaba ese tiempo de conexión al finalizar el día para consultar el pronóstico meteorológico en AccuWeather.

El 8 de noviembre hice el chequeo previo del vuelo del regreso en uno de los teléfonos.

Desde que partió el avión de Buenos Aires el 2 de noviembre y hasta el lunes 11 de noviembre, cuando me reintegraré al trabajo, no utilicé ni emplearé en cualquiera de sus modalidades ninguna red social (Facebook, Twitter, Instagram y LinkedIn) , ni leí ni revisaré el correo electrónico ni este blog.

En ese mismo lapso, tampoco atendí llamadas vía operador móvil o WhatsApp.

Con mi esposa, con quien viajé y vacacioné, me comuniqué vía WhatsApp el par de veces que salí en excursión solitaria.

La única excepción en este caso fue para comunicarme el 8 y el 9 de noviembre para comunicarme con un taxista conocido mío que pasó a buscarnos en el Aeroparque porteño y llevarnos a nuestro departamento.

Tampoco ingresé a leer y responder y enviar mensajes instantáneos en WhatsApp y Messenger de Facebook. Tampoco por Telegram o Skype, otras herramientas de comunicación que utilizo con fines laborales.

Las publicaciones que leiste entre el 2 y el 10 de noviembre en este blog y en mis perfiles en redes sociales fueron programadas antes del viaje.

Desde el 2 y hasta el 10 de noviembre estuvo habilitada una respuesta automática en mis casillas de correo electrónico.

Durante las vacaciones no me desprendí por completo de los teléfonos móviles, porque en ellos realicé mis lecturas diarias de la Biblia, y recurrí para ubicarme en Google Maps durante los vuelos, los traslados y las escursiones.

También usé uno de esos móviles, el Samsung Galaxy S10+, para grabar videos y tomar fotografías con su gran angular,

En los móviles escuché música conectados a unos increíbles auriculares Sony WF-1000XM3, inalámbricos y con supresión de ruido.

También completé desde los celulares las fichas de los lugares que visité en Google Maps, con fotografías, opiniones y correcciones de datos.

No leí diarios en ningún tipo de soporte físico o digital, tampoco escuché radio o miré televisión por vía tradicional o por Internet.

Las excepciones fueron el diario en línea La Angostura Digital y la revista en línea Desnivel, y algunas fichas geográficas en Wikipedia.

Miré algunos videos en YouTube de «trekking» en el Karakorum, un sueño que espero concretar alguna vez.

En un par de restaurantes y en una confitería donde fuimos había televisores, pero me puse de espaldas a ellos.

Aunque regresé a Buenos Aires el 9 de noviembre, prolongué este ayuno un día más, que destiné, entre otras cosas, para escribir, con la cabeza despejada y descansada, esta nota.

Conclusiones

Al desconectarme aumenté notablemente mis niveles de concentración y enfoque en las tareas recreativas y de ocio, sin dispersarme con pulsiones por publicar en redes sociales u otros espacios, como este blog.

Uno de los neurotransmisores del cerebro es la dopamina, que domina el centro del placer, porque regula la motivación y el deseo y hace que repitamos conductas.

La dopamina explica parte de la adicción que producen las redes sociales.

En este ayuno, la dopamina aumentó pero no por un «me gusta» en redes sociales, con un efecto de satisfacción instantánea, sino cuando fotografiaba un paisaje o el detalle de una vegetación de la zona o el vuelo de un ave sobre un lago, o cuando me detenía en las caminatas a gozar del silencio de sonidos humanos, a excepción de mi respiración, en medio del bosque norandino patagónico.

Al desconectarme regularicé mi ritmo del sueño y dormí como hacía muchos años no me pasaba.

Al suspender durante estos ocho días los estímulos virtuales que provocan la activación de la dopamina, relajé a mi cerebro, y agudicé mis sentidos al entorno natural de Villa La Angostura y disfruté estos días de vacaciones de forma más intensa.

El desafío que se me plantea ahora es cambiar acciones, conductas y costumbres personales para mantener y profundizar estos beneficios en la vida diaria luego de las vacaciones.

Conclusión: fue una experiencia que te recomiendo poner en práctica si buscas mejorar tu calidad de vida y, en especial, para que tus vacaciones sean reparadoras y con saldo positivo en todos los planos.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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