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Llegó Parasite en 2019 y arrasó en los premios Oscar. Dos años después apareció El juego del calamar, que se ha convertido en la serie más vista de la historia de Netflix.

Esta serie es uno de los «fenómenos que han vertebrado la cultura del audiovisual en este 2021», afirmó Elena Neira, profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), en un boletín que me envió este centro educativo.

Pero no acaba ahí: la industria coreana ha llegado para hacerse un hueco en Occidente de la mano de Netflix, que la está empujando. «Está siendo el catalizador global del formato. Ya llevaba bastante tiempo construyendo una estrategia en torno a los contenidos procedentes de Corea del Sur», afirmó Neira.

El interés de la plataforma de video a la carta en la ficción coreana es claro: en 2021 destinó más de 500 millones de dólares a producciones. Sorprende, teniendo en cuenta que desde 2016 hasta 2020 había invertido 700 millones de dólares en total.

La ficción coreana, también conocida como K-drama, triunfa, pero ¿por qué? Para Neira, el confinamiento y la pandemia ayudaron, y la calidad y la sorpresa de estas ficciones también.

«Durante el confinamiento, el número de horas que se dedicaron al entretenimiento en el hogar aumentó de manera sustancial, y el propio hartazgo de los contenidos a los que la audiencia estaba acostumbrada impulsó a probar cosas nuevas», explica.

Parte del éxito de El juego del calamar reside, según la experta, «en que la han visto quienes no eran, en principio, su público objetivo, seducidos por la conversación que había generado, y que se han sentido atraídos porque el atractivo de las series procedentes de Corea del Sur trasciende los propios géneros y hasta las preferencias audiovisuales que uno tenga de partida».

El K-drama se benefició de forma muy clara de este interés por algo nuevo, pero, además, funcionó porque hay mucha calidad cinematográfica y muchos medios detrás.

«Con independencia del género que aborde (romance, comedia, ciencia ficción, terror, drama…), es un tipo de producción al que se destinan muchísimos recursos. El resultado son series muy bien rodadas, con una buena posproducción y una factura visual impecable. Cuentan, además, con buenas tramas, salpicadas de giros inesperados y montañas rusas emocionales, lo que les permite establecer una conexión muy intensa con el público», detalló la experta.

El formato, que es casi siempre de temporada única, termina de redondear el producto. «La historia se resuelve en unos cuantos episodios, lo que brinda al espectador un clímax y la posibilidad de pasar a la siguiente historia», añadió.

Pero, para Netflix, llegar hasta esta industria no ha sido fácil. «En 2016 entró en el mercado surcoreano y se topó con la resistencia de los principales operadores de telecomunicaciones del país, que se negaron a aceptar acuerdos de colaboración con la plataforma o ventas de derechos», explicó Neira.

De algún modo, los agentes locales querían preservar una industria muy lucrativa de los tentáculos del gigante del «streaming». «Así que Netflix consiguió contenido de agentes más pequeños, adquisiciones que les enseñaron lo necesario para saber que era un mercado muy próspero. Y algo todavía más importante: que no era un producto tan de nicho como podía parecer a priori», detalló la experta.

¿Se adaptará la industria surcoreana a los gustos de Occidente? «Algunos cambios ya han comenzado a manifestarse, como la posibilidad de estirar la historia a una segunda temporada», explicó Neira.

Añadió que, en cuanto a géneros, el terror y la ciencia ficción serán los grandes beneficiados. «Si el gancho para el consumo masivo de Occidente fue el shock y la sorpresa, estos dos son los géneros que mejor pueden servir a estos propósitos. De dramas, comedias y romances, en Occidente parece que ya vamos bien servidos», concluyó.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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