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El Sábado Santo forma parte del llamado triduo pascual, los tres días que comprenden la crucifixión, sepultura y resurrección de Jesús. ¿Cuáles son los contenidos para el día sábado? La tradición cristiana lo ha comprendido como día de descanso, silencio y memoria.

Descanso

José de Arimatea era un israelita justo y bueno que esperaba el reino de Dios, posiblemente un discípulo secreto de Jesús (Lucas 23, 50; Juan 19, 38). Era un hombre rico y como era costumbre en algunos casos, había tomado previsiones para preparar una cueva labrada en la roca, un sepulcro nuevo donde sepultar a Jesús. La cueva se cerraba con una piedra circular y pesada que se hacía rodar hasta la entrada. El Evangelio de Juan refiere que Nicodemo ayudó con especies aromáticas para preparar el cuerpo de Jesús.

Parte importante de la tradición judía es proveer de una digna sepultura. Morir y no ser enterrado era señal de maldición. “Descanse en paz”, solemos decir cuando alguien fallece. Y ese descanso en paz está vinculado a la posibilidad de proveer un lugar adecuado donde el cuerpo de la persona pueda permanecer. Las tradiciones en relación con los enterramientos son diversas. Hoy en día gana terreno la práctica de la cremación, aunque la incineración de los cuerpos es algo habitual desde los tiempos antiguos.

El Sábado Santo nos invita a meditar en el descanso. Teniendo como trasfondo la pasión de Jesús, se trata de un descanso cargado de dolor. Los acontecimientos de la cruz aún golpean en la mente y el corazón de quienes amaban a Jesús, quizás para algunos se trataba todavía de una pesadilla y no aceptaban del todo lo que había sucedido.

Jesús descansa, pero es un descanso que lleva en sus entrañas un nuevo comienzo. El Sábado Santo tiene como marco el Sabbath hebreo, el descanso de Dios después de varios días de intensa creación. Aquellos días fueron también intensos para Jesús. Las fuerzas del mal que violentaron su cuerpo no sospechaban que se estaba generando algo nuevo para la vida del mundo, no imaginaban que estuvieran labrando un camino que conduciría precisamente a la derrota definitiva de la injusticia y la muerte.

¿Cómo valoramos nuestra experiencia del descanso? ¿Es una oportunidad para renovar fuerzas y seguir recreando el mundo, ese mundo pequeño y cotidiano que habitamos donde siempre es posible labrar caminos nuevos en medio de la dureza de los días?

Silencio

¡Nada más silencioso que una tumba! Así decimos a alguien que nos confía un secreto: “No te preocupes, soy una tumba”. Sin embargo, el silencio que acompaña el descanso de Jesús es un silencio sonoro, poblado de recuerdos, palabras, imágenes, sentimientos encontrados. Al día agitado, confuso y ruidoso de las cruces, los gritos, el llanto y los cataclismos, le sigue un momento de reposo y silencio.

Elías necesitó hacer una pausa, también en medio de momentos difíciles e inciertos. Y esa pausa le permitió reconocer la presencia de Dios, no en el temblor de tierra ni en el viento recio sino en una brisa apacible. El silencio nos ayuda a colocar en voz baja, casi inaudible, huracanes y terremotos que intentan arrebatarnos la confianza y la paz. Creo que fue lo que experimentó Jesús cuando clamó desde la cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Fue el punto en el cual alcanzó a vencer todo lo que le atormentaba para poder descansar en el regazo de Dios.

Los días en el desierto; los pequeños retiros, a solas para orar, fueron espacios que Jesús buscaba para estar en silencio, y escuchar con más claridad la voz de Dios, la voz del mundo, la voz propia. Quizás también aquel sábado, después de la crucifixión, quienes amaban a Jesús tuvieron un momento a solas, en silencio, para escuchar y meditar con mayor profundidad en todo lo que había sucedido.

¿Cómo valoramos los tiempos de silencio? En medio de una vida agitada, exigente, cambiante, donde las preguntas sobre el presente y el futuro nos atormentan, y no podemos tener una idea clara de lo que vendrá, ¿buscamos tiempos a solas, quizás también en comunidad, para escuchar mejor y que el silencio activo y sonoro se vuelva señal de esperanza?

Memoria

El descanso y el silencio alimentan la memoria. Esto también nos enseñan tanto el descanso sabático como el reposo dominical, Día del Señor. El sábado es la memoria de la creación de Dios para que su pueblo también participe del descanso divino, un descanso reparador y creador. El domingo es la memoria de la resurrección, el día en que la comunidad cristiana renueva sus fuerzas para continuar con la obra creadora de Jesús en medio de la historia.

El Sábado Santo nos invita a recordar. Es interesante como los principales sacerdotes y fariseos, aquel sábado, se movilizaron, sellaron la entrada y colocaron guardia en la tumba de Jesús porque “se acordaron” de que el Maestro había hablado de su resurrección. Quisieron así evitar que sus discípulos robaran el cuerpo y proclamaran su resurrección.

Y me pregunto, ¿qué estarían recordando aquel sábado los discípulos de Jesús, y toda la gente que le siguió durante su ministerio? Si algunos hacen memoria para impedir que la vida, la verdad y la libertad se abran paso, para acallar las voces de quienes reclaman justicia; para que se olviden los atropellos, las violaciones y las manipulaciones del poder hegemónico, ¿cómo no hacer memoria quienes han sufrido todo esto?

En su primer discurso público el día de Pentecostés, Pedro recordó la vida de Jesús, sus enseñanzas, sus milagros. Recordó también que fue víctima de un juicio injusto y señalando a las personas que le escuchaban, les dijo: “Ustedes lo crucificaron, pero Dios lo levantó porque era imposible que fuera retenido por la muerte”.

Es la memoria lo que mantiene viva la fe de la iglesia. Es la memoria lo que hace posible la transformación de la historia para la vida plena. Es la memoria la que nos mantiene alertas contra toda injusticia, la que nos fortalece para seguir creyendo en el futuro de Dios y haciendo nuestra parte para que ese futuro sea posible. La memoria de la liberación de Dios, en otro tiempo, es lo que hace posible creer que Dios seguirá actuando y liberando hoy.

En este Sábado Santo, meditemos y recordemos, ¿de qué manera hemos experimentado la acción liberadora de Dios en nuestra vida? ¿cómo nutrir nuestra esperanza en que la mañana de la resurrección ciertamente llegará cada día, en toda circunstancia?

Amós López Rubio

Fuente: Red Crearte


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