Cuando nos comunicamos en tiempo real por Internet, como por ejemplo a través del chat, nuestras disposiciones emotivas cambian respecto de lo ordinario.
Internet, las redes sociales y los celulares se han convertido en facilitadores emocionales. Nos hacen decir cosas que en un encuentro personal de viva voz jamás diríamos.
Pero así las emociones no se consolidan. De allí entonces la dispersión relacional y la incapacidad de vivir relaciones profundas y estables.
Los tres párrafos anteriores corresponden a Daniel La Barbera, presidente de la Sociedad Italiana de Psicotecnología y Clínica de los Nuevos Medios, y los cité en una nota propia que publiqué en el periódico Pulso Cristiano, donde advierto sobre la necesidad de usar las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) con sabiduría.
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