Mis padres me inculcaron desde niño el amor por la geografía, ciencia en la cual siempre obtuve mis mejores notas en la querida escuela Mariano Acosta, en Buenos Aires, donde cursé los ciclos de primaria y secundaria.
Recuerdo que en la primaria obtuve la mejor nota de todos los cursos de geografía por un trabajo práctico y exposición en clase sobre Moscú. El eje de mi trabajo fue la catedral de San Basilio.
Por supuesto que anhelaba visitarla, algo que parecía un sueño en la década del 70.
Ese sueño se hizo realidad este 8 de octubre de 2018. Llegué a media mañana a Moscú, junto a mi hija Agustina, procedente de Ereván, Armenia, la tierra de mis abuelos paternos que había visitado por primera vez.
Luego de ingresar al hotel y de almorzar, fuimos al parque Muzeon,donde hay bustos de dirigentes comunistas fallecidos, que fueron derribados por el colapso de la Unión Soviética.
Cruzamos el río Moscova y desde ahí aprecié algo de San Basilio.
Llegamos a la Plaza Roja cuando empezaba el atardecer y nos fuimos a la noche.
La frutilla del postre fue la caminata por la calle Nikolskaya.
Mi cara de felicidad refleja la alegría de cumplir ese sueño de la infancia.