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Entre el 21 y el 28 de febrero de 2021 realicé un ayuno digital durante mis vacaciones, las primeras que me tomé en el marco de la pandemia del coronavirus, que redundó en una mejor calidad del descanso.

Como te había anunciado en esta nota, entre esos días, cuando en la provincia patagónica de Chubut, ni utilicé redes sociales (salvo excepciones que mencionaré más adelante) ni consulté el correo electrónico ni realicé llamadas telefónicas y ni envié comunicaciones por mensajería instantánea (salvo excepciones que mencionaré más adelante).

Viajé con tres teléfonos móviles; dos de ellos tenían líneas activas con diferentes operadores. También llevé conmigo una tableta sin línea activa de operador móvil.

No se trató de un ayuno digital completo de teléfonos móviles o tableta, porque recurrí a esos equipos con fines creativos y turísticos.

Habilité la herramienta de no molestar y/o no interrumpir en los teléfonos móviles desde que salí del aeropuerto de la ciudad chubutense de Trelew hasta mi regreso al aeropuerto porteño de Ezeiza.

De esa manera, sólo estuve disponible para llamados de mi familia y mis amigos en Chubut, a quienes ingresé en la lista de exceptuados.

Hace unos años que tengo deshabilitadas la aparición de notificaciones de cualquier tipo de aplicación o servicio o correo electrónico o redes sociales en las pantallas de los teléfonos móviles.

En ese mismo lapso, tampoco atendí llamadas vía operador móvil o WhatsApp, salvo las que me realizaron mi familia y parientes y mis amigos de Chubut.

Tampoco leí y respondí y envié mensajes instantáneos en WhatsApp, Telegram, el chat de Instagram, y Messenger de Facebook, ni interactué en redes sociales.

Durante mis vacaciones estuvo habilitada una respuesta automática en mis casillas de correo electrónico.

No leí diarios en ningún tipo de soporte físico o digital, tampoco escuché radio o miré televisión por vía tradicional o por Internet.

No fue un ayuno de dispositivos, porque no me desprendí por completo de los teléfonos móviles, porque en ellos realicé mis lecturas diarias de la Biblia, tomé fotos y videos, consulté los mapas de la zona, que descargué antes de viajar, y tomé algunas notas referidas a los paseos.

Recurrí a los teléfonos cuando debí usar un sistema de pagos con código QR para realizar una transacción, y necesité chequear las coberturas de los servicios de telefonía en zonas apartadas.

Llevé un lector electrónico Kindle para la lectura de libros, un equipo que estuvo desconectado de Internet.

En un par de paseos escuché algo de música y en el alojamiento donde me hospedé miré algunos videos en YouTube de «trekking» en el Karakorum pakistaní y alrededor del macizo nepalí del Annapurna, anhelos que espero concretar alguna vez.

Me conecté por Wi-Fi en el lugar de hospedaje para actualizar el sistema operativo y el software de seguridad y realizar además una copia de seguridad de las fotografías y videos que tomaba durante el día con los teléfonos y sincronizar las métricas registradas por el reloj “inteligente” FitBit Versa.

Aproveché ese tiempo de conexión cuando estaba en el alojamiento para consultar el pronóstico meteorológico en AccuWeather y publicar en las historias y el perfil de Instagram fotos y videos.

El día anterior al regreso a Buenos Aires hice el chequeo previo del vuelo en la tableta.

Las únicas redes sociales que utilicé en forma restringida fueron Instagram y Facebook.

La primera de ellas fue la plataforma para contar durante el día algunas crónicas del viaje.

Para ello usé las historias («stories») de Instagram, que se replican en las historias de Facebook.

Recurrí a Facebook sólo para consultar los cumpleaños del día y saludar a los amigos y conocidos «cumpleañeros».

Los frutos del ayuno fueron un gran despeje mental, y una relajación espiritual, además de mayor resistencia física.

Por ejemplo, el día previo al viaje de regreso a Buenos Aires caminé 22 kilómetros sin inconvenientes.

Al desconectarme aumenté en forma notable mis niveles de concentración y enfoque en las tareas recreativas y de ocio, sin dispersarme con pulsiones por publicar en redes sociales u otros espacios, como este sitio web.

Espero repetir esta experiencia de ayuno digital en la segunda etapa de mis vacaciones, prevista para los próximos meses, también en la Patagonia.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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