Aquel “tengo sed” fue real.
La boca reseca,
horas con el cuerpo expuesto
al sol del mediodía,
la piel enrojecida,
las manos laceradas,
los pies sangrantes.
Allí no hay nada artificial.
El sentimiento de abandono
atravesó su alma:
“¿por qué me has dejado?”
La ausencia de Dios,
la lejanía de quienes le seguían,
el llanto ahogado de su madre
y la burla cruel desde el odio
a quien proclamaba la empatía
con todos los dolores y las injusticias
de un mundo roto por la ambición.
No son algoritmos.
“Consumado es”
lo dijo una voz humana,
desde el amor real y concreto
del corazón latiente
de una divinidad humanizada.
“En tus manos
encomiendo mi espíritu”
es la expresión confiada
de una fe genuina
y no la respuesta mecánica
de un conocimiento artificial.
Morir sin un último beso de amor,
la oscuridad de una tumba prestada,
el perfume y el rocío de un jardín,
la luz clara de la tercera mañana,
la mirada resucitada del maestro,
los ojos llorosos de María,
el terror de los asesinos cobardes
y la alegría de las gentes humildes,
son todas vivencias y sentires reales.
Ninguna inteligencia de microchip,
ningún conocimiento artificial,
ninguna melodía algorítmica,
ninguna poesía robótica
podrán jamás captar y transmitir
el sufrimiento ante la crueldad,
el dolor por una partida,
la perversión de los genocidios,
las lágrimas de la niñez huérfana.
Tampoco el poderoso misterio
de aquella pasión,
de aquel amor,
de aquella VIDA
que riega la historia
de esperanzas resucitadas.
Gerardo Carlos C. Oberman
Fuente: perfil del autor en Facebook. Puedes ayudar su esfuerzo creativo desde la Argentina aquí y desde otro país aquí.
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