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El «Olimpo», muerte y memoria en Floresta

By 24 marzo, 2014marzo 19th, 2016No Comments

El centro clandestino de detención “Olimpo”, llamado así por los represores ilegales por ser “el lugar de los dioses”, funcionó entre el 16 de agosto de 1978 y fines de enero de 1979 en una propiedad de la Policía Federal, en el corazón del barrio porteño de Floresta.

Durante aquellos cinco meses estuvieron recluidos alrededor de 500 detenidos-desaparecidos, de los cuales sobrevivieron alrededor de 100.

Las fuerzas represivas que intervinieron en este lugar fueron personal del Ejército, de la Policía Federal, de la Gendarmería y del Servicio Penitenciario Federal.

Todos ellos estaban bajo el control y supervisión de la Jefatura del Primer Cuerpo de Ejército, comandado por el ex general Guillermo Suárez Mason.

El predio ocupa una manzana completa, y su entrada está en la calle Ramón Falcón, a pocos metros de la avenida Olivera.

Antes de su uso policial, fue sede de una terminal de líneas de tranvías, y en la década del ’60 fue la terminal de la línea 5 de colectivos.

Durante la última dictadura militar, en esta sede de la División Automotores de la Policía Federal se modificó el área del garaje para que funcionara como centro clandestino de detención.

Por la visita al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1979, el “Olimpo” fue desmantelado y la mayoría de los detenidos-desaparecidos fueron “trasladados”.

Hoy es un lugar de memoria, gracias a la movilización de sobrevivientes y parientes de desaparecidos, organizaciones de derechos humanos y de vecinos.

Recorrí este lugar siniestro el 21 de marzo de 2014 por la noche. Está a unos 100 metros de la avenida Rivadavia, una de las más transitadas de Buenos Aires.

El predio consiste en una especie de gran galpón de una superficie de alrededor de 10.000 m2, cubierto en su gran mayoría por un tinglado de chapa.

Hay algunas edificaciones repartidas en los sectores lindantes con las calles que lo limitan.

A diferencia de otros centros de detención de la última dictadura militar, en el «Olimpo» no se observan celdas o salas de tortura, porque fueron derribadas a causa de la visita de la comisión de la OEA en 1979.

El lugar donde estaban esos antros de la muerte está hoy vacío, y se nutre de la palabra de los sobrevivientes.

Además, es un testimonio del trabajo de ocultamiento que llevaron a cabo las fuerzas de la dictadura militar.

En el sitio hoy funciona un Núcleo de Acceso al Conocimiento (NAC), que forma parte del programa de inclusión digital y conectividad Argentina Conectada.

Así, este espacio de muerte se convirtió en un lugar que honra la vida, donde se encuentran diferentes generaciones, los que sobrevivieron y los que continúan el legado de los detenidos-desaparecidos.

Te comparto fotografías que tomé en mi breve paseo por el «Olimpo», tomadas con un teléfono móvil Nokia Lumia 1020. A excepción de la primera foto, el resto fue editado en Instagram. Luego de la última foto hay un nota sobre una de las imágenes.

En la penúltima foto se observa el perfil sin rostro de Julio López, testigo en un juicio por la represión ilegal en la provincia de Buenos Aires y que está desaparecido desde el 18 de septiembre de 2006.

López estuvo desaparecido entre 1976 y 1979. Su testimonio judicial fue clave para condenar a Miguel Etchecolatz, ex director de Investigaciones de la Policía bonaerense, y hoy detenido en una cárcel común, a cadena perpetua por crímenes cometidos en el marco de la represión ilegal.

La segunda desaparición de López, como también la fuga del represor ilegal Jorge Olivera demuestran que la lucha contra quienes se creyeron los «dioses del Olimpo», amos de la vida y la muerte, y el reclamo de justicia, 38 años después del último golpe cívico-militar, siguen siendo vigentes y necesarios.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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