El 24 de abril se cumplirán 100 años del inicio del genocidio armenio, mi comunidad de origen por el lado paterno.
Uno de los desafíos que plantean el trabajo de recordar y homenajear a las víctimas y damnificados de estas tragedias es encarnar a esas personas para que dejen de ser una cifra, una más entre miles de protagonistas anónimos. Con ese propósito entrevisté a argentinos descendientes de sobrevivientes del genocidio.
En las siguientes líneas, el testimonio de Marina Hairabedian, residente en Buenos Aires.
-¿Qué parientes tuyos, que conociste en persona, vivieron en carne propia el genocidio?
-Mi abuelo del lado materno, Haig, fue el único de mis cuatro abuelos armenios que sufrió el genocidio en primera persona. Las familias de los otro tres lograron escapar sin presenciarlo a través de contactos que los ayudaron a salir de sus tierras para poder salvar sus vidas. Mi abuela materna creció en Australia, donde vivió hasta que sus padres la enviaron en un barco a la Argentina para casarse con otro armenio, mi abuelo Haig. Una gran mujer, que siempre supo auto ayudarse y ver más allá del dolor. Hacer de todo eso una tierra de crecimiento y amor, sobre todo con sus nietas, a quienes nos dejó un legado de valores intangibles ¡maravilloso!
Mi abuelo Haig vio cómo mataban a su padre en su propia casa delante de él y de sus numerosos hermanos menores. Tuvieron que escapar caminando junto a su madre por el desierto donde fueron rescatados por almas bondadosas que les dieron de beber y comer. Incluso una de sus hermanas, una beba durante ese recorrido, fue abandonada en un árbol por su madre, debido al cansancio y la falta de alimentos. Más tarde, fue rescatada por la misma madre que no pudo resistir tamaño abandono y volvió por ella. Esa beba vivió hasta los 90 años en Argentina donde llegaron todos ellos en un barco y fueron recibidos aquí por misioneros
-A partir de tus recuerdos y vivencias, ¿cómo impactó en ellos lo sucedido hace 100 años?
-Mi abuelo Haig, era una persona muy silenciosa, que valoraba la vida en Argentina como un regalo. Fueron muy pocas las veces que profundizó sobre lo sucedido. Sobre el dolor, prefería avanzar y callar. Agradecer la vida, todos los días.
-¿Cuál es tu posición y actitud ante el centenario del genocidio armenio?
-Mi manera de pedir justicia, es cantando. Pido justicia a través de la paz. No quiero más guerras de hombres contra hombres y hoy en el recorrido de mi propia vida, entiendo que esa paz arranca con la paz dentro de una misma. Mi homenaje a mis ancestros es ser parte de las 100 voces por los 100 años. Participaré de los cantos corales en la Feria del Libro y en el acto central en el Luna Park.
-¿Cómo recordarás el centenario del genocidio armenio?
-Mi mejor recuerdo a tamaño genocidio es dando paz y celebrando la vida todos los días.
Puedes leer las respuestas del resto de los entrevistados aquí.
Gracias, Marina, por esta conmovedora historia. Creo que lo sucedido con tu tía, un verdadero milagro, merece un relato aparte para demostrar que el amor, la fe y la esperanza son más fuertes que cualquier calamidad.