El 24 de abril se cumplirán 100 años del inicio del genocidio armenio, mi comunidad de origen por el lado paterno.
Uno de los desafíos que plantean el trabajo de recordar y homenajear a las víctimas y damnificados de estas tragedias es encarnar a esas personas para que dejen de ser una cifra, una más entre miles de protagonistas anónimos. Con ese propósito entrevisté a argentinos descendientes de sobrevivientes del genocidio.
En las siguientes líneas, el testimonio del médico cardiólogo, máster en marketing y administración estratégicos y en dirección de empresas, periodista, compositor y músico Pablo Bedrossian, 56 años, residente en San Pedro Sula, Honduras.
-¿Qué parientes tuyos, que conociste en persona, vivieron en carne propia el genocidio?
-Mi abuelo Agop Bedrossian, cuya historia es asombrosa. Luego de ser deportado junto a su madre y hermanitos por meses, llegaron a una montaña donde les prometieron que les darían ropa y comida, pero del otro lado escuchaban los gritos desgarradores de los que eran asesinados. Su madre, María, tomó un puñado de tierra y lo puso en sus bocas como si fueran los sagrados sacramentos. “Hijos, en un momento estaremos en la presencia de Cristo”. Ella fue asesinada con una espada y él, golpeado en la cabeza y dado por muerto. Lo arrojaron a una fosa común poblada de cadáveres donde por horas simuló estar muerto. Cuando los asesinos turcos se fueron, sólo unos pocos niños sobrevivieron. Uno de ellos, un hermanito llamado Ardashesh, que en lugar de huir prefirió quedarse junto al cadáver de su madre, para probablemente morir allí.
MI abuela Loutfía Chadarevian, junto a sus padres y hermanos sobrevivieron a la mal llamada “guerra de Marash” porque peleaba un solo ejército, el turco, contra civiles refugiados en diversos centros comunitarios. Los salvaron los franceses pero debieron marchar a pie toda la noche bajo la nieve, muriendo muchos en el camino.
-A partir de tus recuerdos y vivencias, ¿cómo impactó en ellos lo sucedido hace 100 años?
-Mis abuelos nunca fueron personas que vivían en el pasado ni alimentaban dio alguno pese a lo vivido. Por el contrario su inclaudicable fe cristiana los sostuvo para mirar el futuro, educar a sus hijos, amar a sus nietos y bisnietos y, sobre todo, siguiendo las enseñanzas de su Maestro, a perdonar. Los recuerdo leyendo la Biblia en su ancianidad todas las tardes junto a mi tía María Luisa, que vivía con ellos. Sin embargo, a los 97 años, en un acto público en la Iglesia Evangélica Congregacional Armenia vi a mi abuelo llorar al recordar el asesinato de su madre. Los turcos le quitaron el derecho a una adolescencia feliz.
-¿Cuál es tu posición y actitud ante el centenario del genocidio armenio?
-En primer lugar, mi gratitud y admiración a esos héroes que dieron la vida, ese millón y medio de voces silenciadas por la violencia que nunca renunciaron a su fe. A los armenios que se hacían musulmanes les perdonaban la vida, pero muy pocos cedieron. También mi gratitud y admiración a los sobrevivientes que no miraron hacia atrás y levantaron familias, colegios, iglesias, instituciones comunitarias, empresas en la diáspora mostrando que eran capaces de levantarse de las cenizas.
En segundo lugar, mi respetuoso reclamo al Estado Turco para que reconozca los crímenes cometidos en el pasado. En Turquía hay una ley negacionista que castiga severamente a quien dice que hubo un genocidio. Por esa razón casi va a la cárcel el valiente Premio Nobel de Literatura turco Orham Pamuk. En 1992 el presidente turco Targut Ozal dijo: “Hay que asustar un poco a los armenios”, y en enero de 2007 el periodista armenio Hrant Dink, jefe de redacción del influyente diario Agos, voz de la comunidad armenia en Turquía, fue vilmente asesinado por un fanático nacionalista turco que posteriormente posó para la prensa mundial junto a sus captores. Creo que todo ello es prueba que Turquía, lejos de reconocer los errores del pasado, prefiere sostener, sin evidencia que lo respalde, que no hubo genocidio y que los armenios son despreciables.
-¿Cómo recordarás el centenario del genocidio armenio?
-Escribí una nota que batió récords de lecturas en mi blog y fue reproducido por websites de la comunidad armenia en Argentina titulada “El 24 de abril más triste de la Historia”. Puede leerse aquí. Creo que divulgar lo sucedido es clave, porque quien no recuerda su historia está condenado a repetirla.
Puedes leer las respuestas del resto de los entrevistados aquí.