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Con motivo del día internacional de la mujer, que se conmemorará el 8 de marzo, realicé una encuesta entre periodistas mujeres de la Argentina y América latina, con el propósito de conocer y difundir la situación laboral que ellas viven y los desafíos que enfrentan en su trabajo cotidiano, en el contexto de sociedades donde se registran desigualdades de género.

Debajo, las respuestas que me compartió Paula Ancery. Al final de la nota encontrarás una ficha personal de ella.

-En cuanto a situaciones de discriminación de género, ¿qué puedes decir acerca de lo que ocurre en el medio donde trabajas o en el medio al cual tu trabajo periodístico como “freelance”?

– Uno entra a la redacción y, a simple vista, hay tanto hombres como mujeres. Pero cuando abrís el diario del domingo, ¿cuántas columnas políticas están firmadas por mujeres? Me refiero no a una nota de opinión de Beatriz Sarlo, que lo que hace son “participaciones estelares” (lo digo bien, siempre me resulta interesante leerla). Me refiero exactamente a la columna política del domingo. Yo no entiendo por qué no puedo leer todos los domingos en algún diario una columna política de Laura Di Marco. Si la explicación no es el machismo ni la misoginia, estoy abierta a escuchar explicaciones alternativas.

– ¿Persiste el machismo en las redacciones, en las asignaciones de notas y en las coberturas periodísticas?

– Yo creo que lo que persiste es el criterio de que cuando una tarea es “sacrificada” en un sentido más o menos literal, porque hacerla es riesgoso (por ejemplo, el riesgo de irritar a alguien poderoso) o porque demanda mucho esfuerzo para poco o ningún lucimiento, es mucho más probable que se le asigne a una mujer. Y que, a la inversa, hay más de un caso de periodista varón que se hizo muy conocido sin necesariamente tener demasiado talento ni haberse esforzado mucho. Aunque por supuesto, hay de las dos cosas en ambos sexos. Pero si me pongo en la cabeza de un editor que tiene que decidir a quién mandaría a cubrir la Asamblea Anual del FMI y a quién mandaría a un piquete en Puente Pueyrredón, me parece que lo más probable es que, si tiene para elegir un redactor y una redactora de similares condiciones profesionales, él vaya a Washington y ella a Avellaneda. Por otra parte, puede ser más interesante lo que pase en Avellaneda, al menos para los argentinos. Pero con Washington salís en la tapa seguro; y con Avellaneda, hay que ver.

– ¿Existe discriminación de género en el salario que recibe la periodista por su trabajo?

– Te contesto con una anécdota. Yo fui era redactora de un diario al que económicamente le iba muy mal. Los dueños hicieron varios recortes masivos de personal, hasta que finalmente se lo vendieron a otro empresario. Y lo primero que hizo este empresario nuevo fue instrumentar otro recorte masivo de personal. Ahí me tocó a mí, junto con docenas de compañeros más. Pero esta vez, sólo despidieron hombres en las secciones donde no había mujeres para despedir. En mi sección, las despedidas fuimos tres. Así, esa sección quedó compuesta por sólo dos redactores, uno de los cuales, hasta ese momento, estaba en negro. Pues bien, lo blanquearon. Prefirieron gastar en tres indemnizaciones y además asumir el gasto de las cargas sociales de alguien que estaba trabajando en condiciones precarias. Al menos esto último fue justo. Después, cuando la actividad en ese diario se “normalizó” tras una larga toma de la redacción, las nuevas autoridades decidieron darles a los que habían “sobrevivido” un aumento de sueldo, simbólico, como para que descomprimir un poco el ambiente. Les aumentaron el sueldo a todos, menos una redactora a la que no habían podido despedir porque estaba embarazada. Su jefe (varón, hay que decirlo) fue a interceder por ella; y la respuesta que recibió fue que a ella no le correspondía el aumento porque, como estaba embarazada, era “menos productiva”. A lo cual su jefe volvió a protestar, y entonces la respuesta fue “¿Y qué querés? Yo no la embaracé.”

– ¿La discriminación sobre la mujer también existe al momento de seleccionar las fuentes por parte de los editores? ¿Éstos prefieren fuentes masculinas?

– Eso nunca lo vi. Pero, obviamente, en una sociedad patriarcal la mayor parte de las fuentes es masculina, y eso tiene implicancias tanto para uno como para otro sexo.

– ¿Se le presta o no atención al tema de la discriminación de género en los medios, dentro y fuera de ellos?

– Se habla mucho de la discriminación, que no es lo mismo que tratar de solucionar el problema. Todo lo que involucre “corrección política” es una potencial máquina de vender humo: quedo bien porque denuncio y me solidarizo de palabra, pero a la hora de los bifes no sólo no ayudo, sino que me aprovecho de la misma situación que estoy denunciando. O no me aprovecho, pero me quedo muy tranquilo sin haber hecho nada, con la buena conciencia del denunciante. Un caso: hace unos años que se puso de moda escribir, por ejemplo, “los médicos y las médicas”, o “l@s médic@s”, o “lxs médicxs”, porque se supone que así no están discriminando y que son muy cool. Yo me tengo que tomar un Reliverán cada vez que leo eso. Primero, que sí, lo que están haciendo es discriminar, justamente. Toda la vida “los médicos” se refirió a ambos géneros gramaticales. Lo que se hace con esa especificación redundante es, justamente, introducir la diferenciación y resaltarla, por si alguien no la hubiera notado. No “visibilizar el problema”, sino discriminar. Pero cometemos dislates así, y por ese módico precio nos sentimos muy comprometidos con la causa: eso es lo que yo llamo la buena conciencia del denunciante. Y mientras tanto, los médicos siguen ganando 20% más que las médicas; los directores de los hospitales y los ministros de salud siguen siendo hombres; y, para terminar de complicarla, alguna mujer que ha llegado a CEO dentro de alguna otra actividad confiesa en off the record que, si ella tuviera que operarse, jamás se pondría en manos de una cirujana, con a. Todo esto es de lo que deberíamos estar hablando si queremos hablar de “género”.

– ¿Existen normas sobre perspectivas de género durante el proceso de producción periodística en el medio donde trabajas o al cual entregas tu trabajo como “freelance”?

– Eso tampoco lo vi, y no sé si me gustaría. Porque, de haberlo, es posible que caigamos en algo equivalente a lo que yo critico con el uso de las arrobas. Lo que yo quiero es que las mujeres tengamos las mismas oportunidades laborales e igual remuneración por igual tarea. Lo demás, me parece que son cuestiones de sentido común, de responsabilidad y de solidaridad humana, más que de género. Tampoco veo que se pueda establecer una normativa en un oficio como éste, en el que, además, trabajamos tan en tiempo real. Hay que tener presente que hacemos un producto nuevo cada, a lo sumo, un día o una semana. Eso no pasa en muchos trabajos, y así es muy difícil estandarizar procedimientos.

– ¿Por qué crees que hay tan pocas mujeres en cargos directivos de medios de comunicación, cuando sucede lo contrario en el ámbito de las relaciones públicas o comunicación organizacional?

– Tampoco es que en las RR.PP. haya tantas mujeres en posición de un poder real, ojo. Y en otro campo muy relacionado con nuestra actividad –las agencias de publicidad- tampoco hay más que excepciones. Lo que pasa es que, comparado con lo que vemos en las redacciones, prácticamente cualquier otro gremio parece inclusivo. Vivimos en una sociedad patriarcal en la que está normalizado que el poder lo tienen los hombres. Y bien, no quieren resignarlo. Pero yo ya no tengo más ganas de patalear por esto. A mí lo que me interesa ahora son los errores que cometemos las mujeres para no haber conquistado un poquito más de poder, en nuestro oficio y en la vida en general. Por ejemplo: en ésta como en casi cualquier actividad, una mujer que llegó alto, a un nivel decisorio, es la excepción y no la regla. De ahí a convertirse en un monito de feria, hay un paso. Y del monito de feria a asumir una actitud de “acá sólo hay lugar para que UNA mujer se destaque, y ésa tengo que ser YO” … bueno, sólo hay medio paso más. Por supuesto, son pasos que sólo dan los mediocres. Pero ocurre que la mayor parte de las personas somos mediocres. No es una cuestión de echarnos la culpa a nosotras mismas ni de autoflagelarnos, pero también es cierto que nadie hace nada solo. Los hombres no quieren resignar poder, sería tonto esperar lo contrario. Lo propio del poder es no querer largarlo, sino al contrario, tratar de amarrocar cada vez más. Pero nosotras, ¿realmente no podemos hacer nada más que lo que estamos haciendo para equilibrar un poco este cuadro? ¿O no nos interesa lo bastante como para ponernos más firmes y unirnos? ¿Qué suma de garantías nos pedimos entre nosotras para ver en nuestras hermanas una potencial aliada en vez de una desbancadora potencial?

– ¿Mujeres solteras y sin hijos tienen más probabilidad de ascender en los medios?

– Ja. Estás hablando con una mujer de 46 años, soltera y sin hijos que nunca ascendió a ningún lugar en los medios. Me imagino que, cuando yo estaba en edad de tener hijos, el “riesgo potencial” de la maternidad me habrá jodido igual que a todas. “Uy, tiene 30 años y todavía no es mamá; mejor no la promuevo / no la contrato porque en cualquier momento va a querer quedar embarazada, y después además va a faltar cuando el pibito se enferme…” Sólo que tardé en llegar a darme cuenta de que estaba pasándome esto, porque no planifiqué la maternidad. Por otra parte, conozco una colega, justamente en el área de Comunicaciones, a quien le habían prometido un ascenso cuando recién había quedado embarazada, porque le correspondía por antigüedad, por carrera, por capacidad, por todo. Pero parió, se tomó la licencia y cuando se reincorporó, ese puesto se lo habían dado a otro. Varón. Así que acá tenés los tres casos: esta colega a la que le negaron el ascenso; yo, que soy soltera y sin hijos y, a mi edad, soy una trabajadora precarizada; y el de la compañera a la que no le aumentaron el sueldo porque su embarazo la volvía “menos productiva”.

– ¿Sigue vigente la idea de que hay temas periodísticos (por ejemplo, salud) para mujeres y temas (por ejemplo, deportes) para hombres?

– Para mí, la salud es más importante que los deportes. ¿Vos qué preferís: que tu club salga campeón o no contraer una enfermedad incurable? Pero si alguien decidió que “salud” es un tema femenino (supongo que lo habrá decidido porque nosotras somos “dadoras de vida”) y que “deportes” es un tema masculino, adiviná cuál de los sexos está “destinado” a cubrir cuál. Y cuál de los dos temas tiene más posibilidades de ir a la tapa, a la home page o al informativo.
Sin embargo, por la formulación de la pregunta –no digo que haya sido tu intención- pareciera que Salud es un tema de “segundo orden”, salvo casos excepcionales como ahora con el tema del Aedes Aegypti, por ejemplo. ¿Por qué? Porque en general lo cubren mujeres. Entonces es rarísimo que Salud vaya a la tapa, a las páginas principales o la home page. No es simpático esto que voy a decir, pero en un país como el nuestro es inevitable estar expuesto a la información deportiva, aunque a uno no le interese, y mi sensación es de hartazgo, de que lo que escucho al respecto es muy poco más que pavadas y rumores sobre rumores, chusmerío. Demasiado programa deportivo consiste en “cuatro gordos hablando del fútbol como si estuvieran en una remisería”, como dice Capusotto en un sketch. Incluso desde un punto de vista machista, es raro que, si un porcentaje relativamente alto del periodismo deportivo consiste más o menos en esto, no haya más mujeres haciéndolo. Pero lo hacen mayoritariamente hombres, y entonces se supone que el tema es importantísimo. En su libro La dominación masculina, Pierre Bourdieu dice que cuando se inventó el telégrafo era toda una gran innovación técnica de suma exquisitez, así que, “lógicamente”, los telegrafistas tenían que ser hombres. Pero que cuando el teléfono empezó a ser algo más que una excentricidad, el panorama ya era otro. Muchos hombres habían tenido que irse a la Gran Guerra y, por otro lado, operar una central telefónica era un trabajo no exigente en cuanto a resistencia física, así que el de telefonista fue convirtiéndose en un oficio femenino, con lo cual ya ningún hombre quiso ser telefonista. Y después, cuando se “commoditizó” la máquina de escribir, bingo. Nunca hubo hombres que se ganaran la vida como mecanógrafos. La dactilografía fue un oficio que nació “femenino” y, por lo tanto, peor remunerado que los oficios “masculinos”. Y ¿quién se gana la vida atendiendo el teléfono y escribiendo a máquina? La secretaria, una ocupación considerada subalterna, porque quien la ejerce es una mujer. Otro oficio que nació barato. En cambio, un secretario, varón, es algo muy distinto: no un asistente sino un funcionario de gobierno. Lo que Bourdieu dice es que los cambios tecnológicos hicieron que la distribución de tareas entre hombres mujeres fuera arbitrariamente reordenada, para empequeñecer el trabajo femenino y defender el valor superior del masculino. Es el trabajo lo que se constituye como diferente, según lo hagan hombres o mujeres. Cualquier oficio, sea cual sea, se ve en cierto modo calificado, valorizado, por el hecho de ser realizado por los hombres. Y de un modo recíproco, si puede hacerlo una mujer, eso descalifica al trabajo de que se trate, y por eso se lo valora y se lo paga menos. O sea que el problema es incluso peor que el que a nosotras se nos pague menos por la misma tarea: es que hay tareas que a ningún tipo se le ocurriría hacer, ni reclutar a otro tipo para que las hiciera. Bourdieu también hace observaciones interesantes puntualmente sobre el trabajo en los medios. Por ejemplo: “En los estudios de televisión, las mujeres están casi siempre limitadas a las funciones menores, variantes en el fondo de la de azafata, tradicionalmente ejercidas por el ‘sexo débil’. Les cuesta imponer su palabra, y quedan relegadas a un papel contenido de ‘animadora’ o de ‘presentadora’. Cuando participan en un debate público, tienen que luchar, permanentemente, para tomar la palabra y retener la atención, y la infravaloración que sufren es tanto más implacable en la medida en que no se ha inspirado en ninguna animadversión explícita, y se ejerce con la inocencia perfecta de la inconsciencia. Esta especie de negación de su existencia las obliga seguramente a recurrir, para imponerse, a las armas de los débiles, que refuerzan los estereotipos: el estallido condenado a parecer un capricho sin justificación o una exhibición de histeria; y la seducción, que es una forma de reconocimiento de la dominación. Además, habría que enumerar todos los casos en que los hombres mejor intencionados realizan acciones discriminatorias, que excluyen a las mujeres, sin ni siquiera planteárselo, de las posiciones de autoridad, reduciendo sus reivindicaciones a caprichos merecedores de una palabra de apaciguamiento o de una palmadita en la mejilla. Así se construye la situación disminuida de las mujeres, cuyos efectos acumulados quedan grabados en las estadísticas de la escasísima representación femenina en las posiciones de poder, especialmente económico y político.”

-Puedes agregar ahora aquello que no fue incluido en la encuesta y que consideres necesario contar acerca del tema de la consulta.

– Me habría gustado llegar por lo menos a la mitad de la pirámide en el organigrama de una redacción y afrontar los desafíos –y gozar de los beneficios– que eso hubiera implicado. Sin embargo, lo que más lamento es no haber tenido más oportunidades de ayudar. Porque de todos modos he aprendido tres o cuatro cosas que a otros laburantes con menos experiencia podrían servirles. Y porque soy una ferviente defensora de la solidaridad de género. Si tengo algún mensaje para dar, sobre todo para las jóvenes, no sólo para las periodistas, sino en general para las mujeres laburantes, es éste. Chicas, ustedes no se imaginan lo poderosas que podemos ser cuando estamos unidas. A veces flasheo lo que mi así llamada carrera periodística habría podido ser si me hubiera encontrado más colegas féminas en posición de poder. Juntas no nos para nadie, y si no nos juntamos, la culpa no es del patriarcado. Maduremos. En cuanto a los hombres, creo que les convendría detenerse a pensar que todo tiene un precio, y la dominación masculina no es una excepción. Ustedes pierden mucho al no poder relacionarse con la mitad del género humano en pie de igualdad. Están parados en una posición falsa, en la que no es posible construir sino relaciones falseadas con el otro sexo. Ya hay algunos hombres que han llegado a esta conclusión por sí mismos. Y en nuestro oficio, las consecuencias de esta desigualdad también las padece esa entelequia: el lector, el público, el internauta, el consumidor de información o simplemente, el que está expuesto a ella. A lo que cometemos cuando decimos que laburamos. Y arrobamos. Permítanme que traiga otra vez a Bourdieu para que explique el costo que la dominación masculina tiene para los hombres. “El privilegio masculino no deja de ser una trampa. Encuentra su contrapartida en la tensión permanente, a veces llevada al absurdo, que impone en cada hombre el deber de afirmar en cualquier circunstancia su virilidad. Por eso, la virilidad es fundamentalmente una carga. Tiene que ser revalidada continuamente, al igual que el honor (o de lo contrario le sobrevendrá la vergüenza, que, a diferencia de la culpabilidad, se siente ante los demás). Y la manera de revalidar la virilidad es con violencia actual o potencial. Todo contribuye así a hacer del ideal imposible de la virilidad el principio de una inmensa vulnerabilidad.” En este laburo he sido perjudicada, pero sobre todo ayudada, tanto por hombres como por mujeres. Y como el tema de género para mí no es más que una variante sobre el tema de la solidaridad, como todos formamos parte de alguna “selecta minoría”, prefiero quedarme, en el balance, con la ayuda. Si la ayuda que recibí como periodista me alcanzó para llegar nada más que hasta acá, algo habré tenido que ver yo también. Así que tomen lo que acaban de leer como de quien viene, y muchísimas gracias.

Enlaces que propongo relacionar para pensar algo más sobre la cuestión de las mujeres y el poder:

Una publicidad de Pepsi con la canción “We will rock you” interpretada por chicas unidas (de yapa, en el minuto 1:45 se ve a Roger Taylor y Brian May en la tribuna):

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=ofICNgc8lqU?rel=0&w=480&h=360] -Una nota mía en Clarín, el 16 de septiembre de 2015: http://www.ieco.clarin.com/economia/Mujeres-politica-economia-poder_0_1432057059.html

Paula Ancery

Comenzó a trabajar de periodista en 1992, escribiendo como colaboradora free lance en el suplemento “Futuro” y en la sección “Cultura” del diario Página/12 y, al mismo tiempo, en la revista femenina Ser Única, de la extinta Editores Asociados. De ahí en más, se dedicó al periodismo de Economía. Fue redactora en la revista Somos y en los diarios La Prensa y BAE (Buenos Aires Económico). En este último, donde se desempeñó entre 1997 y 2004, también trabajó en la edición digital. Fue parte del staff de Adlatina.com, portal de alcance iberoamericano especializado en publicidad. Sobre esta misma temática, escribió en el periódico El Economista. Desde 2004 escribe para el suplemento económico de Clarín, donde actualmente hace la sección semanal “Emprendedores”. Su formación en Letras en la Universidad de Buenos Aires la condujo a combinar estos quehaceres con la escritura de libros en calidad de ghost writer.

Puedes leer las respuestas de otras periodistas encuestadas haciendo clic aquí

 

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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