Hoy se cumplen 20 años del secuestro y asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas, un crimen que conmocionó a la Argentina y cuyo vigésimo aniversario encuentra a todos sus responsables, los materiales y los ideológicos, en libertad.
Desde la madrugada del 25 de enero de 1997, cuando Cabezas (en la foto) fue baleado e incinerado en una cava del partido bonaerense de General Madariaga, hasta el 3 de febrero de 2000, cuando se dio a conocer el fallo de la Justicia respecto de los responsables del crimen, organizaciones sindicales, sociales, profesionales y de derechos humanos llevaron a cabo todo tipo de manifestaciones y movilizaciones, en las que participé junto a mi familia, en reclamo de toda la verdad para hacer justicia.
Hubo caravanas a las ciudades bonaerenses de Dolores, donde se realizó el juicio, y Pinamar, donde trabajaba Cabezas al momento de su muerte, actos en todo el país, minutos de silencio, movilizaciones los días 25 de cada mes, denuncias en el plano regional e internacional, homenajes de la familia de José Luis, de los compañeros de trabajo del reportero y de decenas de organizaciones sociales que se solidarizaron con esa lucha por la verdad y la justicia.
La impunidad se hacía presente una vez más, como antes con Mario Bonino, Miguel Bru, Sebastián Bordón, Teresita Rodríguez, los asesinatos por gatillo fácil y masacres como las de la AMIA y la Embajada de Israel.
Todos estas muertes, como la de José Luis, confluyeron en un mismo grito de justicia.
Pero el fallo de febrero de 2000 no llegó al fondo de la cuestión. La interpretación acerca de que José Luis fue asesinado por su tarea profesional, los indicios que pesaban sobre el empresario Alfredo Yabrán, quién se suicidó en mayo de 1998, y las condenas para Gregorio Ríos, Gustavo Prellezo, Horacio Braga, José Luis Auge, Sergio González y Héctor Retana, Aníbal Luna, Sergio Camaratta y el ex comisario Alberto Gómez no alcanzaron para la Justicia a darle la verdadera entidad al hecho.
Se trató en realidad de una operación mafiosa, por logística y metodología, que sólo se pudo concretar mediante estructuras y coberturas que estaban por encima de los protagonistas condenados.
Quienes cometieron el brutal crimen, sus autores materiales y los ejecutores dejaron un mensaje, pero la sociedad le respondió con un masivo reclamo que no cesa hoy: el de verdad y justicia.
Hoy, veinte años del asesinato de Cabezas, todo lo que lo rodea es impunidad.
El 8 de enero, Prellezo, el último de los condenados por este crimen que se encontraba preso, fue beneficiado con la libertad condicional por orden de la Cámara de Apelaciones y Garantías de Dolores.
Los otros tres ex policías (Luna, Camaratta y Gómez) recuperaron la libertad entre 2007 y 2010, mientras que Ríos recibió la libertad condicional en 2008.
González, Auge, Braga y Retana, integrantes de la «banda de los horneros«, oriunda de la localidad de Los Hornos, a partir de 2003, el Tribunal de Casación bonaerense redujo en forma significativa las condenas impuestas y gracias a la ley del «2×1» entonces vigente, también fueron beneficiados con reducciones de los períodos en la prisión, a excepción de Retana, quien murió por enfermedad en la cárcel en 2001, y de Camaratta, quien falleció en 2015.
El único de todos los condenados por el caso que hoy continúa preso es González, quien desde 2005 gozaba de la libertad condicional pero en marzo de 2015 fue detenido en la ciudad de La Plata acusado de integrar una banda dedicada a la elaboración y venta de éxtasis.
Hoy, como hace 20 años, repudio el secuestro y asesinato de José Luis y a todos los que de una manera u otra pretendieron medrar con su muerte, e insisto con mi reclamo por justicia y castigo para todos los culpables, los materiales y los ideológicos.