El 10 de julio de 2017 apareció una luz en el cielo, cerca del horizonte, hacia el noroeste de mi departamento en la ciudad de Olivos en el norte del Gran Buenos Aires. Hacía seis días que sobre Buenos Aires lo único que se veían eran nubes que descargaban cada jornada lluvias de todo tipo: finas, fuertes, de gotas livianas y de esas pesadas que anuncian largas horas mojadas.
Ante la aparición de la luz, consulté en Internet (bah, «googleé») y descubrí que a esa luz fue denominada en la antigüedad, cuando no existía la Red y había que apelar a la memoria, con el nombre de «sol».
También descubrí que al momento cuando el sol se acerca al horizonte y se oculta detrás de él se lo llama «atardecer».
Fascinado por la luz, tomé un teléfono móvil y fotografié la siguiente serie de fotografías de esos minutos donde el gris hegemónico y granítico de esos días de principios de julio fue desplazado por diferentes gamas de rojos, amarillos y azules: