Nota de R.: Como sucedió en 2014, es un honor y un placer personal ceder el espacio de este blog a otra persona. Se trata de Adrián Taccone, amigo, compañero y colega, quien desde Rusia, donde se encuentra cubriendo el Mundial de fútbol 2018, envió hoy 16 de junio esta nota para Bahía César. Recomiendo leer su trabajo en su blog Taco Mundial, que te mencioné aquí. ¡Muchas gracias, Adrián!
Siempre, en los pocos más de 25 años que llevo de carrera, me ilusionaron los Mundiales de fútbol. Ahora que si alguien alguna vez me hubiera mencionado siquiera la posibilidad de estar cubriendo uno y más en Rusia, seguramente le habría dicho que estaba fuera de sus cabales.
Al llegar al aeropuerto de Shamerodovo, a las 4 de la madrugada, entendí que las cosas nunca terminan de ser como parecen. Porque nadie tiene el destino escrito, o sí, y en ese sentido a veces viene bien dejarse llevar por las sorpresas.
Escribir estas líneas en Bahía César será un honor, como así también contarles cosas cotidianas y sorprendentes de Rusia, un país enorme por donde se lo mire y analice. Con historia, cultura, presente y mucho futuro. Lejos de lo que uno podría imaginarse.
Lo primero que llama la atención es la magnitud de las cosas. Edificios, calles, monumentos y hasta la gente común, todo es realmente grande. Y lo que también se destaca es el orden y la limpieza de la ciudad, no sólo en el centro que tal vez por el Mundial de fútbol pueda estar un poco “maquillado”.
Claro que para quien viene del otro lado del mundo hay cosas que son difícil de entender en poco tiempo como el cirílico, un alfabeto que tiene origen en la Grecia antigua y que las diferentes generaciones fueron mutando hasta este presente.
Todo es un mundo de “letras escritas al revés y poco legibles” (para ser corteses), pero a sabiendas de esas dificultades, en algunos casos logran colocar letras del alfabeto común para los argentinos y si bien están en inglés, son un poco más amenas a la vista “normal”.
A cada paso -y son muchos por días por la dimensión de sus calles- Moscú abre una puerta más al descubrimiento.
En mi caso me hospedo en un departamento con otros dos colegas, en la zona del centro-norte de Moscú, a escasos metros de la estación Butyriskaia, de la línea verde claro (número 10) del “metro” o subte, como lo conocemos en Buenos Aires.
Una zona de fábricas y edificios que no tienen la vista arquitectónicas más modernas, pero cumplen con una premisa ideal, que es la practicidad.
Para movilizarse en una ciudad tan grande y -en esta época- tan cosmopolita como lo es Moscú, el metro cumple una función vital. A los periodistas que cubrimos el Mundial de fútbol el Gobierno de Vladimir Putin entregó un pase libre para utilizar el transporte público, algo que facilita también la economía, aunque a decir verdad la vida en la capital moscovita no es cara, lo que es cara es la realidad económica argentina.
Ya les estaré enviando más cosas de la vida en Rusia, muchas de las cuales muestro en mi perfil en Instagram aquí, a través de historias con un toque de humor.
Nota de R.: Las fotografías pertenecen a Adrián.