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Desde hace algo más de una década viajo muchas veces al año fuera de Buenos Aires, mi ciudad de residencia, por mi trabajo como periodista especializado en tecnologías de la información y la comunicación (TIC), llegando a extremos como el año 2017, cuando abordé 52 vuelos.

Algunas veces los destinos tienen una o dos horas de diferencia con Buenos Aires, pero en otras ocasiones hay cinco, seis o hasta 11 horas de diferencia, lo que abona terreno fértil para el «jet lag».

Con mucha frecuencia, amigos y conocidos me preguntan cómo manejo y supero esta debilidad similar a la resaca, que se produce por el hecho de que los aviones viajan tan rápido que dejan atrás el ritmo biológico del cuerpo.

Fatiga, insomnio, problemas intestinales, somonolencia, son algunos de los síntomas del jet lag.

Antes de responder, te explicaré más sobre el jet lag. Esta sensación de cansancio se genera por la alteración de nuestro reloj biológico, en el hipotálamo, que se encarga de controlar nuestro ritmo circadiano, el cual anticipa el amanecer y el atardecer y controla todo, desde la presión sanguínea hasta el apetito.

El sistema está ajustado a un período de aproximadamente 24 horas. Existe un «reloj central» sensible a la exposición a la luz y coordina los otros relojes de los órganos y tejidos.

Todos estos relojes son controlados por la hormona melatonina, producida por el reloj central cuando oscurece para que sintamos somnolencia y para controlar la temperatura corporal mientras dormimos.

Cuando viajamos a otra zona horaria, los relojes corporales se alteran, se «desfasan».

Un cálculo práctico indica que el cuerpo tarda en adecuarse un día por cada hora de diferencia con la ciudad de residencia. Pero es muy relativo, porque depende de cada uno y del destino.

Si viajamos hacia el oeste, ganamos horas y, por lo tanto, el cuerpo tiene más tiempo para hacer estos ajustes.

En cambio, si viajamos hacia el este los días se acortan y la adaptación se hace más difícil.

Ahora sí, pasaré a la respuesta a la pregunta del título. No existe una cura milagrosa para el jet lag. La mejor solución es una combinación de acciones.

En mi caso, no incluyo en ningún caso la ingesta de remedios, fármacos o drogas.

Si necesitas adoptar ese camino, hay que hacerlo exclusivamente bajo la prescripción de un médico.

  • Duermo bien la noche anterior al viaje, para que el cuerpo encare descansado y fortalecido el vuelo.
  • En lo posible, elijo la opción de llegar durante el día al destino, porque así se me hará más fácil permanecer despierto que si llegara de noche.
  • Antes y durante el vuelo evito el alcohol, porque sus efectos en la altitud aumentan el cansancio y la deshidratación.
  • Por la misma razón, antes y durante el vuelo no tomo café, bebidas colas y energéticas, porque estos estimulantes artificiales afectan mi capacidad para dormir y demorarán la recuperación del jet lag.
  • Mi cuerpo funciona mejor cuando está hidratado, por lo que bebo mucha agua para compensar los efectos del jet lag.
  • Luego que el avión despega y toma altitud de crucero, cambio la hora de mi reloj al huso horario del destino, así ya me siento alineado con esa franja horaria.
  • Si es un vuelo con escalas previas al. destino final y en diferentes husos horarios, ajusto el reloj al destino de la primera escala.
  • Durante el vuelo salgo un par de veces de mi asiento y camino por los pasillos.
  • Ya en el destino, me alimento bien y en línea con la nueva zona horaria, y apenas puedo, camino al sol, para que mi cuerpo vaya tomando nota en forma natural de la hora del lugar.
  • Realizo las mismas acciones antes y durante el vuelo de regreso a Buenos Aires.

Si tienes otras acciones que experimentaste y te dieron resultado para superar el jet lag, te animo a compartirlas en los comentarios de esta nota.

También sugiero leer esta nota que publiqué en este blog sobre cómo reducir la ansiedad antes de un viaje de vacaciones.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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