El quinto día completo de mi viaje por Armenia, la tierra de origen de mis abuelos paternos, fue dedicada a recorrer Stepanakert y Shushi, la capital y la segunda ciudad en importancia, respectivamente, de la República de Artsaj, más conocida como Nagorno Karabaj, zona en disputa entre Armenia y Azerbaiyán y que llegó al extremo de una guerra entre los dos países entre 1988 y 1984.
Ambas ciudades tienen incontables testimonios urbanos de esa guerra y de otras que las asolaron. Hay edificios en ruinas por doquier, en especial en Shushi.
Con mi hija Agustina desayunamos en la casa donde nos hospedamos en Stepanakert, propiedad de una viuda de un combatiente armenio en la guerra contra Azerbaiyán.
Nos fuimos en un colectivo a Shushi, apenas a 20 km pero en un camino de cornisa y muy sinuoso.
Hasta principios de siglo XX, Shushi era una ciudad donde convivían en paz cristianos e islámicos, hasta que el genocidio armenio cometido por Turquía devino en su destrucción casi total.
Un testimonio de esa persecución es el colegio real, que en 1908 fue dejado en ruinas, que hoy son un atractivo histórico y turístico muy particular.
En Shushi también hay una fortaleza de la Edad Media.
El símbolo de Artsaj se encuentra en Stepanakert. Se trata de de un monumento sin base o pedestal, de una pareja de abuelos centenarios (en Artsaj está el mayor índice global de personas centenarias sobre el total de la población).
El nombre oficial es ‘Nosotros somos nuestras montañas».
Tomé muchísimas fotos que compartiré a mi regreso a Buenos Aires.
Aunque fueron escenarios de guerras, las dos ciudades rebosan de vida y tranquilidad, pese a que menos de – 0, km se encuentra la frontera más militarizada del Asia menor.
Por esa razón, durante la cena celebré mi primer día completo en Artsaj con una cervezas y una gaseosa en rusi.