El sexto día completo de mi viaje por Armenia en rigor no fue en esa república transcaucásica sino en otra, llamada Artsaj, más conocida como Nagorno Karabaj, disputada por Armenia y Azerbaiyán y que generó una guerra entre esos dos países entre 1990 y 1994.
Llegué con mi hija Agustina el 3 de octubre a la capital de Artsaj, Stepanakert, y el 5 de ese mes lo dedicamos a visitar un monasterio y una fortaleza, ambos de origen medieval.
Estas visitas nos llevaron muy cerca de la línea de contacto entre las fuerzas armadas de Artsaj y Armenia con las de Azerbaiyán, en la frontera más militarizada vecina a Europa.
El contraste es fuerte, porque Stepanakert tiene un ritmo de vida tranquilo, con presencia de militares pero ninguno de ellos armados, mientras que apenas 35 km de distancia vimos ejercicios de tanques muy pertrechados y de tiro de armas ligeras y pesadas.
Un clima de guerra, que está bajo una débil tregua que no impide frecuentes violaciones de ese armisticio.
A pocas decenas de kilómetros de ese frente de guerra está el hermoso monasterio de Gandzasar, rodeado de montañas y frondosa vegetación.
A pesar del día nublado y ventoso, nunca llovió.
Después fuimos a la fortaleza de Triganakert, a pocos kilómetros del frente de guerra.
A la tarde fui al museo de los soldados armenios caídos en la guerra entre 1990 y 1994, y en una reanudación del conflicto en 2016 que duró 4 días.
Nota de R.: Estas notas desde Armenia y Artsaj son breves porque las escribo y publico desde un teléfono móvil.