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El parque Micaela Bastidas es el único espacio verde amplio que tiene el barrio de Puerto Madero, el más moderno de Buenos Aires.

Es una mezcla singular de verde y hormigón, que tiene como fondo a las torres más altas de la ciudad.

Este parque fue diseñado por el estudio de los arquitectos Néstor Magariños, Irene Joselevich y Graciela Novoa. Fue inaugurado en enero de 2003 y ocupa una superficie de 5,4 hectáreas.

Lleva el nombre de la esposa de José Gabriel Condorcanqui, más conocido como Túpac Amaru, un caudillo indígena que encabezó la mayor rebelión anticolonial que se dio en Hispanoamérica durante el siglo XVIII.

Los visitantes del parque se sorprenden por sus barrancas artificiales.

Para los arquitectos que lo proyectaron, la razón de la construcción de esos desniveles tiene razones estéticas fundamentadas en un hecho concreto: los mejores parques de Buenos Aires están construidos en barrancas, orientadas hacia el norte o el este.

El parque está algo escondido para la mayoría de los turistas que recorren los diques de Puerto Madero. Está ubicado en el sector este del dique 2.

Inaugurado en enero de 2003, tiene una superficie de 72.000 m2. Lo bordean las avenidas Rosario Vera Peñaloza y Calabria y la calle Julieta Lanteri.

El parque queda delimitado, de un lado, por los docks donde se conformó un circuito de lujosos restaurantes, edificios de oficinas y hoteles famosos y caros como el Faena.

Del otro lado, el paseo de la Costanera Sur, visitado por las clases medias y bajas.

El parque es singular por los desniveles de las tres colinas, de 5 metros de alto, contenidas por gaviones (piedras envueltas con malla metálica) y el recorrido en zig-zag que cruza de norte a sur, articulado por escaleras y rampas.

Está pensado en dos niveles, uno más alto sobre la calle Julieta Lanteri y otro más bajo lindante con la costanera sur.

La parte alta está dividida en tres zonas: plaza de los niños, que cuenta con juegos, la plaza central (con un rosedal) y la plaza del sol, separados por gaviones.

Hay grandes bancos de madera de 2×2 metros que son utilizados por la gente para sentarse o recostarse y tomar sol.

Las rampas y senderos atraviesan el parque, ofreciendo distintas alternativas de recorrido.

En el parque, la forestación, con asesoramiento del paisajista ingeniero agrónomo Fernando González, fue usada como elemento de diseño de espacios.

La plaza de los niños está protegida de la calle por una hilera de ciprés de Leyland; la plaza central cuenta con casi 3.900 rosales arbustivos, sectorizados por colores, y la plaza del sol fue trabajada con césped.

Se plantaron en su mayoría árboles de flor, ya que aunque el uso de la gente desgastara los jardines, igual permanecería florido.

La forestación se integra con mayoría de especies nativas: jacarandás, ceibos, palos borrachos, pezuñas de vaca, ibirá-pitá, lapachos, timboes y tipas.

Los 40.000 árboles y arbustos, de hasta 150 especies diferentes, crean una gran masa verde que forma un bosque hacia Calabria y lugares con cierta privacidad, donde entre hilera e hilera de álamos se crean pequeños estares.

Para acceder a las partes altas se construyeron escaleras y tres rampas.

El sector más alto se compone de una gran plaza seca de baldosas graníticas, también en zig zag.

La parte baja es la más poblada por plantas y arbustos que le dan color al sector.

El césped está interrumpido por senderos de conchilla, acompañando cada una de las bajadas de la costanera.

Tiene sillas en círculo, muy buenas para tomar mate en rueda de amigos, y troncos de árboles para utilizar como asientos.

Uno de los problemas era quebrar la monotonía de un paisaje totalmente plano.

Esto fue conseguido en los 70.000 m2 del parque con la creación de diferentes desniveles formados por montículos de tierra, apoyados en suelos blandos y que necesitaban, porlo tanto, ser estabilizados y contenidos.

La solución fueron estructuras de suelo reforzado. Debido a la voluntad de lograr integración ambiental, simplicidad, rapidez constructiva y adecuación arquitectónica, los paramentos externos de los muros deberían ser inclinados 14 grados sobre la vertical.

Para que el suelo blando de apoyo de los terraplenes no estuviese comprometido por la carga, fueron aplicados en sus bases geogrillas de 200 kN (kilo Newton) de resistencia.

Tomé las fotografías que ilustran esta nota el 4 de agosto de 2018 con una cámara Sony A6500.

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La fuente de la información del texto es el sitio web Wiki Arquitectura.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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