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Una perfecta desconocida conmovió una visita imprevista en Moscú. Me refiero a Carola Neher, una actriz de la cual ignoraba de su existencia hasta el 10 de octubre de 2018.

Ese día venía mal en cuanto a los paseos. Estaba de vacaciones en la capital de Rusia junto a mi hija Agustina. Como siempre hago cuando salgo de viaje con ella, repartimos la jornada entre puntos turísticos de interés para cada uno.

Algunas veces las visitas son alternativos (un lugar elegido por Agustina, el siguiente por mí) o consecutivos (dos de ellas, dos míos).

Siempre hacemos viajes sentados en automóviles o medios de transporte público, para descansar entre los diferentes puntos a visitar.

Pero ese miércoles nublado y frío en Moscú venía mal: una combinacón fallida entre trolebuses, un templo que demoró media hora en abrirse y donde no se podían tomar fotos, un viaje muy lento en automóvil por una avenida embotellada, un museo que justo ese miércoles estaba imprevistamente cerrado…

Cuando nos íbamos de ese museo al que no habíamos podido ingresar, Agustina revisó su lista de lugares a visitar y observó que relativamente cerca había un organización internacional de derechos humanos, llamada Memorial, donde se exhibía una muestra sobre una actriz alemana de la primera mitad del siglo XX que falleció en la ex Unión Soviética.

Caminamos algo más de un kilómetro por calles y avenidas moscovitas hasta llegar al Memorial Internacional, donde conocí la vida de Carola Neher, una emigrante alemana atrapada entre dos extremos ideológicos.

La exposición se llama «El teatro de la vida de Carola Neher», y está apoyada por el Instituto Goethe de Moscú.

La muestra ilumina los aspectos más claros y más oscuros de la vida de esta destacada actriz de teatro de la República de Weimar.

A principios de la década de 1920, Carola, nacida en el año 1900, era una joven de una familia buena posición económica de la ciudad bávara de Munich, que huyó de su hogar y abandonó su trabajo estable en un banco para convertirse en una de las actrices más famosas de la República de Weimar.

Durante sus breves diez años de carrera, interpretó innumerables papeles, se convirtió en el intérprete elegido del famoso escritor Bertolt Brecht (en la foto inferior) y tomó los escenarios europeos por asalto.

Su imagen adornaba las portadas de revistas de moda y tarjetas de cigarrillos.

Carola conducía un automóvil, subía a la torre de radio de Berlín, y simbolizaba así una nueva condición de la mujer, más independiente y emancipada.

La primera sección de la exhibición, diseñada en blanco, presenta fotografías, recortes de periódicos y material biográfico que ilustran los años de la adolescencia de Carola y su rápido ascenso como celebrada estrella de teatro en la década de 1920.

La adaptación de G. W. Pabst de la Threepenny Opera de Brecht (1931) con su papel de Polly Peachum también se puede ver en la muestra.

Pero las paredes y los pisos de la muestra se vuelven negros: la vida de Carola cambió bruscamente cuando se enamoró del comunista rumano Anatol Becker y se mudó a Moscú con él.

En ese momento, muchos militantes de izquierda occidentales vieron a la Unión Soviética como el último baluarte del comunismo.

Pero sus expectativas románticas fueron decepcionadas: la comida se racionaba incluso en Moscú, el hambre arrasaba en todo el país. Sólo la nomenklatura podía permitirse una vida «normal».

En 1934, Carola, junto con escritores como Lion Feuchtwanger y Heinrich Mann, firmó un manifiesto contra la anexión de la región del Sarre por parte de la Alemania de Hitler.

Como todos los demás signatarios, su ciudadanía alemana fue quitada.

Como ella no poseía un pasaporte soviético, Carola de repente era apátrida.

La exposición muestra no solo fotos de la actriz, sino también grabaciones de sonido del archivo privado del hijo de Carola, Georg Becker.

Carola buscó desesperadamente trabajo de actuación, manteniéndose a flote con conciertos y transmisiones de radio para la diáspora alemana.

En 1936 fue arrestada junto con Anatol Becker bajo sospecha de conspiración trotskista.

Poco después, el gobierno del dictador comunista Stalin anunció las grandes purgas.

En 1937, Becker fue asesinado y Carola condenada a diez años de prisión.

El 26 de junio de 1942 murió de tifus en la prisión de tránsito de Sol-Ilezk en los Urales del Sur.

Hasta el final de su vida, se mantuvo en forma con la gimnasia, recitaba poesía y escribía cartas en periódicos.

Más que nada, buscaba descubrir el paradero de su hijo Georg, nacido en 1934.

El hecho de que la historia de vida de esta víctima de la represión stalinista sea conocida hoy se debe en gran parte a la dedicación de su hijo.

Georg Becker, que creció en un orfanato soviético, solo se enteró de las identidades de sus padres después de la muerte de Stalin.

En 1959, recibió un certificado de rehabilitación para su madre. Gracias al apoyo de Lew Kopelew, Heinrich Böll y otras luminarias alemanas de la política y las artes, pudo viajar a Alemania occidental en la década del 70.

Durante más de treinta años, recopiló toda la información que pudo encontrar sobre sus padres y las personas que los rodeaban.

Esta abundancia de materiales permite a los visitantes de la exposición de Carola Neher realizar un viaje desde el apogeo de la República de Weimar hasta las celdas de los campos penales soviéticos.

Además de los recortes de los periódicos alemanes y soviéticos de las décadas de 1920 y 1930, la exposición también incluye cartas y poemas de Brecht.

La historia privada y pública entrelazada se convierte así directamente en tangible para los visitantes.

Sin embargo, al final de la exposición, solo los documentos oficiales pueden «informar» sobre los últimos días de Carola.

Los contrastes de esta vida son conmovedores: Carola encarnó a Cleopatra y Eliza Doolittle, Polly Peach y Katharina de The Taming of the Shrew, y a escritos de Shakespeare y Brecht, Shaw y Klabund, Hauptmann y Eden von Horvath.

Casi todas sus heroínas se distinguen por su vivacidad, resistencia y fuerza mental, rasgos inherentes a la propia actriz, que eran tan necesarios para ella en la última década de su vida, cuando tuvo que desempeñar un papel en una obra de teatro protagonizada por directores no teatrales.

Carola fue la encarnación no solo de la actriz del nuevo teatro experimental, sino también de la nueva mujer moderna: le gustaban los deportes, conducía un automóvil y pilotaba el avión.

Sin embargo, una de las actrices más talentosas de la historia del teatro alemán murió de tifus en una prisión soviética.

La exposición cuenta la tragedia de una persona creativa sobresaliente que huyó de una dictadura y murió en otra.

En la muestra hay materiales únicos: documentos, fotos, videos y grabaciones de audio de los archivos de Alemania y Rusia, la colección familiar de los descendientes de Carola y la colección de museos del Memorial Internacional.

La exhibición conmueve porque permite conocer la biografía de un individuo tan de cerca y en detalle.

Y el mismo impacto se da cuando se da cuenta de que el 70 por ciento de todos los inmigrantes de Alemania fueron víctimas de las «purgas» estalinistas.

Por lo tanto, esta exposición muestra mucho más que el trágico camino de la estrella del cielo teatral y la sociedad de Berlín.

Cuando nos retiramos del lugar, agradecí a Agustina por su elección, que enderezó ese día y lo convirtió en inolvidable gracias a Carola Neher.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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