(A la luz de Mateo 4:1-11)
Cotidianos desiertos atravesamos,
donde las trampas acechan aquí y allá,
sutiles y e ingeniosamente camufladas
en ropajes de moralidad y de decencia,
apelando a lenguajes socialmente aceptados,
seduciendo sin vergüenza alguna
desde los medios masivos de incomunicación.
Nuestros desiertos son diferentes, es verdad.
Nuestros ayunos no son voluntarios
ni están asociados a alguna forma de espiritualidad:
nos los impone el sistema económico
que excluye y mata y no sabe de panes cotidianos
ni de reinos por venir ni de voluntades
que no sean las del mercado.
Pero, igual que entonces,
el mal nos entrampa y nos enreda
y nos confunde y nos enfrenta
y nos tienta a arrodillarnos
ante los seductores brillos
que pretenden hacernos creer
que, de ese modo, «perteneceremos»
a la élite de quienes están «dentro»
de un sistema que promete
orden y seguridades y bienestar
al costo de matar la mera noción de solidaridad
y el concepto de compartir y de abrazar
y de construir espacios donde lo comunitario
sea la respuesta al «sálvese quien pueda».
¿Tentaciones?
Claro que las tenemos,
diferentes en sus formatos,
igualmente graves en sus consecuencias
si no nos aferramos a la Espíritu de Vida,
que también fue compañera fiel
del maestro de Nazareth
atravesando sus propios desiertos.
Gerardo Carlos C. Oberman
Fuente: Perfil del autor en Facebook.
Imagen: Jésus tenté dans le désert, de James Tissot.