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La Asociación por los Derechos Civiles (ADC), una organización de la sociedad civil con más de 25 años de trayectoria en la defensa y promoción de los derechos humanos en la Argentina lanzó «Con mi cara no», una iniciativa que busca concientizar sobre el reconocimiento facial.

Según me informó la entidad en un comunicado, el objetivo de la campaña es que «la sociedad pueda entender cómo funciona, cómo se procesan los datos biométricos y por qué los riesgos de su implementación son mayores que los potenciales beneficios».

El reconocimiento facial es una tecnología biométrica que permite identificar a las personas mediante los rasgos de sus rostros.

No es infalible, puede arrojar falsos positivos y discriminar por el tono de piel y género de una persona.

La distancia entre los ojos, la nariz y la boca. La forma de la oreja. El tono de piel.

Cada una de esas características únicas de los seres humanos es información personal sensible que el reconocimiento facial utiliza para identificar y autenticar de manera automática a uno o múltiples individuos.

El despliegue de esta tecnología con fines de seguridad pública se extiende en la Argentina, con los sistemas implementados en la Capital Federal, la ciudad de Tigre, en el norte del Gran Buenos Aires, y las provincias de Salta, Córdoba y Mendoza.

“Uno de los problemas de este sistema es que no es infalible, ya que puede arrojar falsos positivos y discriminar por el tono de piel y género de una persona. La decisión sobre el entrenamiento del algoritmo y las tasas de error con las que contará el software biométrico es tanto una cuestión técnica como política”, señaló Eduardo Ferreyra, oficial de proyecto de la ADC.

La tecnología biométrica toma los rasgos de las personas, realiza un mapeo de las características físicas de la cara y genera una plantilla con la representación matemática para ese rostro único.

Su propósito es comparar e indicar en tiempo real en qué porcentaje la plantilla de una cara captada por una cámara de videovigilancia se corresponde con las imágenes almacenadas en una base de datos predeterminada.

Los datos biométricos están vinculados con la identidad y no se pueden reemplazar, ya que forman parte de quién es cada uno como persona, sus características y comportamientos.

Esto implica que ante una filtración de esas bases de datos, miles o millones de personas van a encontrarse vulnerables a potenciales abusos y daños personales.

“El reconocimiento facial en espacios de acceso público se convierte en una herramienta de vigilancia y control, en especial, cuando es implementado de manera indiscriminada, encubierta y sin el consentimiento de la población. Esta idea de que todos somos culpables hasta que el algoritmo determine lo contrario pone en riesgo el ejercicio de derechos fundamentales, como el disfrute del espacio público y el desarrollo de nuestra vida en sociedad”, concluyó Ferreyra.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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