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(A la luz de Marcos 10:35-45)

¿Qué nombre ponerle
a la osadía de dejarlo todo,
al coraje de abandonar las certezas,
a la aventura de los caminos nuevos,
a la búsqueda de mañanas otros
donde quepan la justicia y la dignidad,
donde florezcan la paz y los besos,
donde aniden los sueños y la esperanza?

 

¿Qué nombre ponerle a esa muerte
que no se busca pero que se acepta
porque no es posible darle la espalda
a esa voz seductora que invita
a caminar senderos nunca transitados
donde cada huella abre horizontes
hacia más derechos y más plenitud?

 

¿Cómo llamar a esa locura sostenida en el amor
y que sale al encuentro de todos los posibles negados
por los guardianes de un orden viejo,
gastado, opresivo, excluyente,
que le teme a lo diverso,
que huye del escándalo,
que aborrece la libertad?

 

¿Qué apelativo utilizar para aquellas locas que,
dejando sus casas y su comodidad,
su seguridad y sus miedos,
salieron a una plaza a arrebatarle
la impunidad a los genocidas?

 

¿Qué calificativo cabe a quienes,
en mil y una ollas populares,
hacen magia con la nada misma
para alimentar a la interminable fila de nadies
que buscan un poco de ternura en un trozo de pan
y un gesto de humanidad en un guiso
preparado a leña y a pura solidaridad?

 

¿Qué nombre ponerle a esa respuesta,
difícil y necesaria,
a Aquel que nos convoca
a dejar derechas e izquierdas,
privilegios y prebendas
para encarar el seguimiento
y abrazar la propuesta de un proyecto
revolucionario y contracultural
que pone todo patas arriba?

 

¿Cómo quieres que lo nombre?

Gerardo Carlos C. Oberman

Fuente: perfil del autor en Facebook.


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