Alberto Barilari, uno de los amigos que más influyó y bendijo mi vida, falleció a los 60 años entre el 9 y el 10 de febrero de 2025 mientras dormía en su casa en Buenos Aires. Fue influyente en los tiempos cuando no había ni Internet ni computadoras ni teléfonos móviles, cuando el mundo y los vínculos eran sólo analógicos y concretos, sin algoritmos ni inteligencias artificiales.
«Beto», como le decíamos los amigos, fue un caballero, un tipo leal, un galán con un elegante gusto para vestirse, un apasionado del tenis y de su amado San Lorenzo de Almagro, un zurdo habilidoso en el fútbol, donde jugaba de volante creativo y delantero, dueño de una fina ironía que despuntaba en cualquier momento en un aula, en una charla de amigos o en una sala de redacción periodística, con una media sonrisa con la que le alcanzaba para iluminar el diálogo.
Actualización posterior a la publicación original: el 15 de febrero entre las 10.30 y las 11.30 habrá un homenaje y despedida para Alberto en la parroquia Santa Francisca Javier Cabrini, en Francisco Bilbao 2241, en el barrio porteño de Flores, donde se realizará un responso. Luego se lo llevará a la sede del club San Lorenzo de Almagro y será inhumado a las 12.15 en el cementerio de Flores.
Escribí esta nota conmovido por la noticia de la muerte de un excompañero de la escuela en la primaria y la secundario y de trabajo en medios de comunicación de Buenos Aires pero, por sobre todo, de un amigo que me marcó mucho más que una publicación virtual de un «influencer» en las redes sociales, esos que predominan en estos tiempos tan líquidos y livianos de compromisos personales.
Alberto fue compañero mío en el sexto y séptimo grado de la escuela primaria en el querido colegio Mariana Acosta. Su padre fue mi maestro de primer grado en esa escuela. En el secundario fuimos compañeros de banco hasta el cuarto año inclusive. Nuestros padres habían fallecido en plena madurez y vitalidad laboral.

División segunda de cuarto año del ciclo de bachiller con orientación docente del Mariano Acosta en 1980. Alberto es el primero desde la derecha en la fial de sentados. Mi amigo Luis María Di Filippo es el tercero desde la izquierda en esa misma fila. Un servidor es el primero desde la izquierda en la cuarta fila, la última.
Gabriel Gurman, Alberto y yo integramos un firme trío de amigos en el aula y fuera de ella. Por impulso de Alberto, junto a otros compañeros de curso formamos un club informal, el Internacional, que se convirtió en el Inter.

Foto de 1980. Alberto junto a mí en los bancos que compartíamos en el Mariano Acosta. Beto muestra orgulloso el escudo del Inter.
Nos reuníamos a jugar al fútbol los viernes en la esquina de Pampa y Figueroa Alcorta, contra otros equipos del Mariano Acosta y de amigos y conocidos de otros colegios.
A mis 15 años había descubierto mi vocación por el periodismo, que Alberto reforzó de una manera imborrable. En 1980 nos propuso a Gabriel y a mí crear una revista para vender en el Mariano Acosta y juntar fondos para el club: así nació la InterMatch, una publicación satírica y deportiva, acerca de la cual en algún momento escribiré más en detalle.
Esa revista, de distribución no autorizada por la escuela, selló a fuego la amistad con Alberto y Gabriel: en 1980 el rector del Mariano Acosta nos sancionó por la revista, obligándonos a dar todas las materias en marzo, y nos denunció ante la Policía Federal como posibles «elementos subversivos». Dios impidió que fuéramos a engrosar la siniestra lista de detenidos-desaparecidos….

Carátula del expediente escolar en el Mariano Acosta por el cual nos dejaron libres a Alberto, Gabriel y un servidor.
Alberto logró aprobar todos los exámenes y pasó al quinto año del secundario, pero yo no, repetí de año y terminé el secundario un año después que él. Gabriel decidió ir a otro colegio. Sin embargo, pese a esa separación escolar, la amistad se mantuvo incólume.
Beto y Gabriel estuvieron en la fiesta de mi casamiento con Cristina en 1989. Cuando Gabriel, quien vive en España, venía a visitar a sus padres, nos reuníamos los tres para ponernos al día.
El vínculo entre ellos fue mucho más estrecho con el paso de los años, a tal punto que unas horas antes de su muerte, Beto habló por teléfono con Gaby.
A fines de 1981 Alberto consiguió un espacio para tener un programa deportivo propio en Radio Antártida, y me invitó a hacer los comentarios de los partidos de mi querido River Plate. El programa se emitió durante enero y febrero de 1982.
Alberto estudió periodismo en el Instituto Grafotécnico, uno de los pocos lugares donde se enseñaba el oficio y en cuya sede funciona hoy el Instituto Patria y donde tiene su oficina la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
En marzo de 1988, Alberto me convocó a integrar la redacción del informativo de Radio Nacional Buenos Aires, donde trabajaba como uno de sus coordinadores.
Aunque trabajábamos en turnos distintos, seguíamos creciendo en la amistad nacida en el paso de la infancia a la adolescencia. Militante de la UCR, Alberto fue despedido por el menemismo en diciembre de 1989.
En agosto de 1992, Beto me volvió a invitar para trabajar en otro medio: la agencia de noticias Interdiarios. Alberto sabía cómo convencerme, así que en septiembre de ese año renuncié al informativo de Radio Splendid, donde había trabajado desde 1986, y a Radio Nacional, para ingresar a Interdiarios, la mejor redacción donde trabajé en mi carrera periodística.
Sí, leíste bien: Beto y yo escribimos en una revista escolar y en una agencia de noticias que tuvieron en común el prefijo Inter….
Gracias a Alberto conocí y crecí en Interdiarios junto a grandes maestros y compañeros de trabajo, como Ariel Scher, William Puente y Ricardo Fevrier, entre muchos otros (pido disculpas a los que no menciono aquí).
En 1995 cerró la agencia y nunca más volvimos a trabajar juntos. Alberto se dedicó a su trabajo en la Secretaría de Cultura porteña y al Sindicato Argentino de Televisión, aunque su gran pasión era San Lorenzo, donde trabajó en el área del tenis hasta su muerte.
En agosto de 2011, Alberto, Gabriel y yo fuimos entrevistados en público por profesores y estudiantes del Mariano Acosta que conforman un grupo de investigadores del archivo histórico de la escuela, en el marco de un trabajo de investigación sobre el colegio y la última dictadura cívico-militar, acerca de la InterMatch.
La unión entre los tres volvió a brillar en esa ocasión, gracias al equilibrio y la palabra asertiva de Alberto, una balanza fiel entre el lenguaje directo y franco de Gabriel y mi tendencia hacia la exuberancia idiomática cuando hablo.
En 2014 nos volvimos a reunir los tres, con motivo de mi cumpleaños 50. Más sobre ese encuentro aquí.
Ese mismo año, Alberto aceptó mi propuesta de compartir sus novedades del año viejo:
En 2019 se contactó con nosotros por separado Maya Corredor, como parte de una investigación para su tesis de maestría en Flacso. El tema era la InterMatch. Durante tres horas y media en un bar en la avenida Carabobo, en el barrio porteño de Flores, recordamos con Beto esos tiempos. Dos años después, Maya obtuvo la maestría y nos compartió todo su trabajo. Puedes leer más en estas publicaciones en Facebook: aquí y aquí.
La última vez que vi a Beto fue en febrero de 2024, en el Argentina Open, el torneo de tenis masculino que se juega en el segundo mes del año en el Buenos Aires Lawnn Tenis Club. Coincidimos en un espacio breve de almuerzo. Sus ojos pequeños brillaban porque estaba inmerso en una de sus pasiones, el tenis. Puedes verlo y escucharlo en esta entrevista de hace cuatro años:
Te comparto a continuación las publicaciones en Instagram y Facebook de su San Lorenzo y otras organizaciones del tenis, y te recomiendo leer los comentarios, para comprobar la poderosa influencia de Alberto en tantas personas vinculadas a ese deporte y al club azulgrana.
Actualización posterior a la publicación original de este artículo: También te recomiendo leer las despedidas que publicaron un medio sanlorencista y el Sindicato de la Televisión. El 13 de febrero, antes del inicio del partido entre San Lorenzo y Platense, hubo un minuto de silencio en homenaje a Alberto que finalizó con aplausos masivos de los simpatizantes azulgranas.
Salvo la foto de 2019, que aparece al inicio de este artículo, y las de la reunión del 2014 con Gabriel, el resto de las fotografías pertenecen a lo que poco que logré recuperar de mi archivo personal, analógico, compuesto por fotografías, recortes y libros en papel, todo arruinado y perdido en una inundación en 2012 que anegó por completo la baulera donde lo tenía guardado.
Escribo esta nota en crudo, con una edición mínima, shockeado aún por la muerte súbita de una persona que nació el 1 de mayo de 1964, apenas tres meses antes que yo, y con la que compartí tanto. Al despedirlo compruebo las huellas profundas que marcó en mi vida. Gracias, querido Beto, te extrañaré mucho y junto a Gabriel te recordaremos siempre por la buena persona que fuiste en esta tierra de los vivientes. Abrazo para sus hijos Agustín y Lautaro y sus seres queridos.
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