(A la luz del Evangelio de Juan 14:23).
Hay quien guarda palabras como un tesoro
y las encierra en cajas de seguridad
dogmáticas, doctrinales, morales…
Y allí se quedan, amordazadas,
temerosas de saltarse una coma,
durmiendo en la letra secuestrada
de quienes quieren domesticarlas.
Hay quienes las cortan, cual flores,
para adornar un momento,
para deleitarse con su pasajero perfume.
Pero pronto se marchitan
y pierden su gracia original
y son descartadas
o, quizá, cambiadas por otras.
Hay quienes las cultivan con amor genuino
en el prolijo jardín de sus vidas,
regándolas, quitando la maleza,
disfrutando de sus frutos y de su belleza.
Pero es su jardín, privado, propio,
resultado de su mérito y esfuerzo,
hecho a su gusto y a su medida.
Y están quienes las viven, apasionadamente,
en sus acciones, en sus elecciones,
en sus búsquedas, en sus compromisos.
Brillan en sus miradas y en sus almas,
se hacen pan compartido en sus mesas,
se transforman en abrazo y en solidaridad,
se mueven a la par de quienes sufren,
cantan esperanza y danzan rebeldía,
construyen, desde la fe, otros mañanas
donde la justicia que hace posible la paz
y la equidad y la libertad y la dignidad
alcancen a toda persona, sin distinciones.
¿Qué haces tú con las palabras
de Aquel que es la Palabra?
Gerardo Carlos C. Oberman
Fuente: perfil del autor en Facebook.
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