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Desde hace ya algunos años, el término innovación social se escucha cada vez con más frecuencia.

De hecho, está tomando cada vez más fuerza entre los jóvenes emprendedores de todo el mundo, en especial, entre los conocidos como «milenarios», jóvenes de entre 18 y 34 años que quieren ser protagonistas de sus vidas y agentes de cambio social.

Estos individuos que sienten la necesidad de dirigir sus vidas, de aprender, de mejorar, de crear y de hacer cosas importantes para cambiar el mundo.

Pero, ¿qué es la innovación social? Si bien no es una pregunta simple de responder, podemos decir que es la búsqueda de soluciones a problemas que no encuentran su respuesta siguiendo los lineamientos tradicionales de pensamiento o usando fórmulas ya validadas.

Por lo general, son intervenciones que tratan de resolver problemas que no están adecuadamente cubiertos por el mercado o el sector público y toman la forma de proyectos que intentan ser autosostenibles, fáciles de replicar y que brindan un sentido de propósito a quienes los llevan a cabo.

Al mismo tiempo, buscan generar cambios en el comportamiento de la gente alrededor de grandes problemáticas sociales, como el cuidado del medio ambiente, la educación, la inclusión, entre muchas otras temáticas.

La innovación social va más allá del trabajo de algunas organizaciones no gubernamentales (ONG) o del esfuerzo de responsabilidad social corporativa de algunas empresas.

Los primeros indicios de esta nueva tendencia ya se encuentran entre nosotros detrás de las iniciativas de emprendedores locales (también conocidos como «startups» sociales) y de laboratorios de innovación ciudadana como el de la ciudad de Buenos Aires.

Dichos espacios de innovación, buscan transformar positivamente la vida de un grupo o comunidad de la mano de nuevas dinámicas de colaboración entre actores que no suelen trabajar juntos: universidades, empresas, ONG y el sector público.

¿Cómo se generan los cambios en el comportamiento?

Por contradictorio que parezca, la mejor forma de generar cambios en el comportamiento humano es hacerlo en forma natural, es decir, de manera desapercibida y gradual.

Pequeñas intervenciones en el comportamiento humano, sutiles pero constantes, son las proporcionan mejores resultados y dividendos reales a largo plazo.

Si quisiéramos mejorar la alimentación en el comedor de una empresa incentivando decisiones más saludables, deberíamos pensar en reducir el consumo de sal sin que la gente lo note.

Esto implicaría hacerlo de forma muy gradual y en un periodo no menor a dos o tres meses para que nadie lo note.

También deberías pensar en cambiar la distribución de los alimentos, probablemente ubicando la barra de ensaladas y frutas en el centro para favorecer decisiones más saludables e incentivar su consumo.

Por último, deberías reemplazar los platos por unos más pequeños, para que el tamaño de las porciones sea menor.

Aunque suene contraintuitivo, los seres humanos respondemos mejor a los premios que a los castigos.

Lamentablemente, pocos entienden la importancia de los premios y reconocimientos como agentes de cambio social.

Cuando una actitud o comportamiento es recompensado, esto genera un efecto contagio que incentiva a otros individuos a copiar la acción premiada, probablemente a la espera de una recompensa similar.

La forma tradicional de lograr que un automovilista reduzca la velocidad cuando conduce involucra fuertemente el concepto de castigo: por lo general, implica una barrera física estática (o «lomo de burro») o a un agente de control de tránsito apresto para labrar una multa por incumplimiento del límite de velocidad pautada.

Pero si en cambio, pensáramos en la forma de premiar a aquellos automovilistas que reduzcan la velocidad y adapten su conducta de acuerdo a las pautas de comportamiento deseadas, ¿el resultado no sería mejor?

Esto es lo que se ha intentado en forma exitosa en algunos países donde se toman fotografías de aquellas patentes que cumplen con las normas para participar por un sorteo al final del día. Los conductores reducen la velocidad para ganarse un iPhone o iPad, por increíble que suene.

En otros lugares, se han implementado «lomos de burro» inteligentes, que rellenos con materiales no newtonianos, cambian sus propiedades físicas.

De esta forma, no presentan resistencia cuando el vehículo se desplaza a baja velocidad, pero que se transforman en obstáculos sólidos cuando un vehículo intenta pasar a alta velocidad.

Por último, es fundamental generar el estado emocional adecuado para generar un cambio social.

Muchos cambios en el comportamiento humano no son consecuencia de procesos decisorios plenamente racionales, por lo que la importancia de las emociones es primordial.

Para tener éxito, el nuevo estado que alcanzaremos luego del cambio propuesto siempre debe ser superador a la realidad actual.

Las ventajas de ser un innovador social

Hay una fuerza invisible que mueve a todos los seres humanos llamada motivación. Este concepto es tan importante que incluso entre mis alumnos me atrevo a afirmar rotundamente que no existe gente vaga o displicente, sino que por el contrario, lo único que falta es motivación o al menos, la motivación adecuada.

Un rápido análisis sobre los motivadores humanos nos permite agruparlos en tres grupos: extrínsecos, intrínsecos y trascendentales.

Los motivadores extrínsecos, son aquellos que al final del día nos ayudan a “pagar las cuentas”, es decir, tienen que ver con una motivación externa a la persona como puede ser salario.

En el otro extremo, se encuentran los motivadores intrínsecos, aquellos que nos generan placer por el simple hecho de hacer una determinada tarea como practicar un hobby o tocar un instrumento musical.

Pero es en la tercera categoría donde el innovador social encuentra su inspiración y energía. Los motivadores trascendentales, aquellos que nos llenan el alma y que nos permiten sentir que estamos haciendo algo para los demás en pos de dejar como legado un mundo mejor.

Por eso decimos que la innovación social es el espacio ideal para que se desarrollen los anteriormente citados «milenarios», ya que buscan algo más grande que un simple trabajo o profesión, buscan un propósito en sus vidas.

Y en el propósito, encuentran la tranquilidad de que lo hacen es al servicio de algo más grande que ellos mismos.

Lo que veremos en los próximos años

Es muy probable que en la Argentina y en el resto del mundo la innovación social llegue de la mano de dos entidades bien diferenciadas: los emprendedores, y en segundo lugar, del sector público.

A partir de lo que he podido relevar en los últimos años, al menos el 30% de los proyectos que están siendo incubados en nuestro país tienen una fuerte componente de innovación social y la tendencia me permite presagiar que en el futuro esta proporción seguirá creciendo.

Del mismo modo, seremos testigos de un punto de inflexión en la gestión pública, donde muchos gobiernos provinciales y municipales (incluyendo también a algunas empresas de gran escala), pondrán en marcha sus propios «laboratorios de innovación» con una marcada impronta social y como una forma de responder a problemas cada vez más complejos.

El concepto de que todos estamos interconectados dentro de una sociedad, nos permite entender que como miembros de una sociedad, cualquier cambio positivo que realicemos en la misma terminará redundando en una mejora en nuestra calidad de vida y la de nuestros seres queridos.

Pablo PiccolottoPablo Piccolotto

Magister, docente de posgrado de la materia «Innovación tecnológica y gestión de tecnologías» en la especialización en gestión de las tecnologías y de la diplomatura en «innovation management» de la Universidad Blas Pascal (UBP).

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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