Salir de una Buenos Aires invernal y gris en medio de una sudestada interminable, y llegar luego de un par de vuelos al día siguiente a Hermosa Beach en California en un día despejado y con 32 grados de temperatura, fue una experiencia que, como dice cierta publicidad, «no tiene precio».
Eso me sucedió el 11 de agosto con mi hija Agustina. Llegamos a Los Ángeles, punto inicial de nuestras vacaciones californianas, procedentes de Buenos Aires, vía Dallas.
En el aeropuerto angelino nos recogió mi amigo y generoso anfitrión y guía, Luis Durruty, quien, sin preámbulos, nos llevó a recorrer el sudoeste de la mayor área urbana de la costa oeste estadounidense.
Arribamos así a Hermosa Beach, una playa que hace honor a su nombre.
A menos de 25 millas del centro de Los Ángeles se encuentra esta ciudad balnearia, tranquila y de casas muy caras cerca de la playa, hacia donde descienden calles curvas y empinadas.
En Hermosa Beach es común ver automóviles como el de la siguiente fotografía propia:
El principal acceso a la playa es un agradable avenida peatonal llena de palmeras, bares, restaurantes y negocios de ropa.
En uno de los restaurantes almorzamos excelentes hamburguesas como la siguiente:
Debajo, una galería de fotografías propias. Después de las fotos hay más datos de Hermosa Beach.
¿Observaste en la galería de fotos el cartel de zona libre de cigarrillos en el muelle?
La playa es amplia, con un muelle y varias canchas de voleibol. Cerca del muelle hay una zona con muchos restaurantes, bares y lugares de entretenimiento para elegir.
El lugar es ideal para familias o grupos de amigos, porque además de la playa hay buenos lugares con terrazas con vista al océano Pacífico.