Shenzhen es una ciudad en el sur de China, a pocos kilómetros de Hong Kong, sede de grandes empresas del país más poblado del mundo, como Huawei y Tencent.
Sinónimo de modernidad y vanguardia tecnológica, su aeropuerto refleja esas características de la, mal llamada, región del «Silicon Valley» chino.
La expansión de esta terminal aérea se inició en 2008 y finalizó en 2013, a cargo de los arquitectos italianos Massimiliano y Doriana Fuksas.
El nuevo aeropuerto, en rigor la «Terminal 3», es el edificio público más grande construido en Shenzhen.
Tiene 63 puertas de contacto, además de otras 15 puertas remotas y locales comerciales significativas.
Con esta obra, el aeropuerto puede atender hasta 45 millones de pasajeros al año, un poco más que la población de la Argentina.
Para seguir con las comparaciones entre China y la Argentina, el aeropuerto porteño de Ezeiza atendió en 2015 unos 9,1 millones de pasajeros.
Los esculturales 500.000 m2 de la terminal evocan la imagen de una manta raya y ofrece un adorno llamativo interior y exterior de doble «piel» en forma de panal que envuelve la estructura.
De 1,5 km de largo, con luces de techo de hasta 80 metros, paneles de metal y vidrio en forma de nido de abeja marcan la fachada de la terminal que permite que la luz natural se filtre al interior.
Dentro, la terminal se caracteriza por el apoyo en singulares columnas cónicas blancas que se elevan hasta tocar el techo en una escala de catedral.
Tiene tres niveles (salidas, llegadas y servicios) que conectan en forma vertical para crear huecos de altura completa, permitiendo que la luz natural se filtre desde el nivel más alto hasta el inferior.
Los Fuksas crearon así un interior, tan sorprendente y elegante como el exterior.
El concepto espacial fluye y combina dos ideas diferentes: la del movimiento y la de la pausa.
Estos arquitectos se concentraron en los tiempos de procesamiento de los trámites aeroportuarios de los pasajeros, las distancias, la facilidad de orientación, el hacinamiento y la disponibilidad de los servicios deseados caminando.
Hay estilizados «árboles» blancos que sirven como salidas de aire acondicionado, y las islas del chequeo previo al vuelo (check-in), puertas y áreas de control con un acabado en acero inoxidable que refleja los patrones de panal superior.
Estuve en este aeropuerto el 10 de abril de 2016, donde llegué procedente de Beijing, y el 14 de abril, cuando partí hacia Shanghái, en el marco de un viaje a China que se prolongó por nueve días completos.
No pude tomar buenas fotos del exterior del aeropuerto, porque llovió esos dos días.
En las siguientes fotografías propias apreciarás las descripciones de los párrafos anteriores.
Luego de descender del avión, recorrí este pasillo futurista hasta el sector de recogida de equipajes.
La habitual fotografía de la «parejita viajera».
En el principal salón de arribos, esta escultura compuesta por hilos.
El 14 de abril tomé las siguientes fotografías de este espectacular aeropuerto.
La fila del control de seguridad, a la derecha se observa un de los «árboles» del aire acondicionado.
El pasillo comercial de unos de los espigones.
Un área comercial, repleta de marcas occidentales de lujo.
¿El mejor y más bello aeropuerto que conocí hasta el momento de escribir esta nota? Sí.