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Un propósito que me fijé para este año 2017 que se inicia hoy es dejar huellas de vida en las personas, a través de los dones, talentos y capacidades que Dios me brinda por su misericordia y expresados en hechos pequeños que pueden tener un impacto insospechado.

Te comparto un ejemplo personal de estas huellas que marqué en el 2016.

Durante la mañana y el mediodía del 11 de septiembre de ese año recorrí el centro histórico de la ciudad de Córdoba junto a un par de colegas y de Verónica Salatino, fundadora y directora de la agencia de comunicaciones Makana, como parte de un viaje de prensa, invitados por la empresa Apex América.

Un par de días antes de ese viaje Verónica había recibido la confirmación de su embarazo, una noticia que esperaba junto a su pareja desde hacía bastante tiempo.

Cuando embarcábamos el 10 de septiembre en Buenos Aires el avión que nos llevaría a Córdoba, Verónica nos había compartido emocionada esa revelación personal.

Ingresamos ese domingo al templo de la Iglesia de la Compañía de Jesús, el principal de la Manzana Jesuítica cordobesa.

Todavía quedaban algunos feligreses después de la misa que había finalizado unos pocos minutos.

A continuación, una galería de fotografías propias de esa iglesia.

Mientras cada miembro de nuestro grupo recorría por su cuenta el templo colonial, cuya construcción terminó en 1668, observé a Verónica que miraba anhelante y con devoción una de las imágenes vecinas a la original bóveda con forma de casco de barco invertido.

Descubrí que esa mirada y postura expresaban el tiempo muy especial que vivía y sin avisarle le tomé una fotografía.

(Una pequeña disgresión: No capturo imágenes de personas por pudor y timidez, aunque trato de aprender observando el talento que tiene mi hermana Priscila, reportera gráfica profesional, al tomar esos retratos o las fotos frescas y espontáneas de personas. que registra mi amiga Lidia Garavano. Quizás en 2017 incursionaré un poco más en este campo fotográfico…).

Vuelvo al relato iniciado en Córdoba: ese mismo día regresamos a la tarde Buenos Aires y mandé la foto por correo electrónico a Verónica, y dejé en ella la decisión de su publicación.

Unas semanas después me enteré por redes sociales que Verónica había perdido el embarazo.

El 23 de diciembre recibí un mensaje de ella por correo electrónico con motivo de las fiestas de fin de año.

Como excelente profesional de las relaciones públicas y la comunicación estratégica, la carta de Verónica era personal, no el habitual «copiado y pegado» que impera lamentablemente este tipo de mensajes…

En una posdata me compartió que llevaba en «el corazón» esa foto que le había tomado en Córdoba «en un momento que para mí fue muy especial».

En mi respuesta, también por correo electrónico, le expresé que había percibido ese tiempo especial que vivía y que intenté captarlo al tomar esa imagen.

Pocas horas después de ese intercambio de mensajes, Verónica publicó lo siguiente en su muro en Facebook:

«Nunca compartí esta foto con nadie, hasta hoy. Me la sacó César Dergarabedian (…), el 11 de septiembre. Me enteré varias horas después, ya en el avión de regreso a Buenos Aires. Yo no sabía que él estaba capturando ese momento y él no sabía -aunque lo percibió, según me acaba de contar- que era un momento muy especial para mí. A veces la vida da vueltas, te da y te quita, pero quiero terminar el año pensando más en lo que da, por eso elegí este momento. No me va a alcanzar la vida para terminar de agradecerle a César que haya inmortalizado este momento y me lo haya compartido. No tengo dudas de que un ángel le susurró al oído para que me la sacara, para que así, cada vez que me caigo, recuerde que los milagros existen, que Dios me ama y nos ama a todos, y que sólo quiere que seamos felices. A veces nos sacude un poco -o mucho- para que reveamos algunas cosas o simplemente para prepararnos para lo que vendrá. Que tengan la mejor Navidad y un excelente Año Nuevo. Crean en los milagros. No dejen de creer. Yo elijo seguir creyendo».

A continuación, la foto en cuestión, que también está en la galería anterior.

Un proverbio árabe que leí el 27 de diciembre de 2016, escrito en un mural pintado en un kiosko de diarios en la avenida Rivadavia al 3400, en el barrio porteño de Almagro, que aparece en mi foto que ilustra el inicio de este artículo, sintetiza el propósito expresado en el primer párrafo de esta nota:

«Las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan».

Espero, pese a todas mis imperfecciones y errores que son muchos, marcar esas huellas a lo largo de este año.

Este blog, como intento hacer desde 2012, fue, es y será uno de los caminos para dejar esas marcas.

Como es habitual en estas notas inaugurales de un nuevo año, cierro el artículo con una canción.

En este caso es la versión de Cherish, de Terry Kirkman, una canción famosa a fines de la década del 60 por la banda The Association, interpretada en el siguiente video por el guitarrista Pat Metheny, un habitué de Bahía César.

Te sugiero escucharla mientras relees la nota o miras las fotos.


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César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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