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Visité tres veces la muestra «Dream Come True» de Yoko Ono en el museo porteño MALBA, que estuvo abierta al público entre el 24 de junio y el 31 de octubre de 2016.  Fueron recorridas especiales, en dos ocasiones con guías y en grupos pequeños, y la restante, en un viernes cuando había muy pocas personas, de manera que en todas las ocasiones pude apreciar en detalle esta exhibición.

Curada por Gunnar B. Kvaran y Agustín Pérez Rubio, la exposición que estuvo en la sala 5 del nivel 2 del museo, fue la primera muestra retrospectiva en la Argentina de la artista tokiota, pionera y figura ineludible del arte conceptual y participativo contemporáneo.

La muestra estuvo compuesta por más de 80 trabajos, que incluyeron objetos, videos, films, instalaciones y registros sonoros producidos desde principios de la década del 60 hasta hoy, y tiene como eje las llamadas «instrucciones», que Ono desarrolla desde hace más de 60 años.

yoko_ono_en_el_malba-32El título de la muestra podía ser leído como una metáfora de su trayectoria artística pero también como un comentario a la situación global de nuestra época que, según Ono, puede ser mejorada a través de la participación conjunta y el intercambio creativo.

Asociada con el arte conceptual, la performance, el grupo neo-vanguardista Fluxus y los «happenings» de la década del 60, Ono es, sobre todo, una pionera en el cuestionamiento del concepto y el objeto de arte.

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Rompió las fronteras tradicionales que dividen las distintas disciplinas artísticas y, al invitar a los espectadores a jugar un papel activo en la producción de la obra, creó un nuevo modo de relación con ellos.

Usando un lenguaje claro y universal, Ono produce objetos, eventos, rituales y acciones, cuya precisa elaboración se completa a través de la participación del público.

Las “instrucciones” son piezas compuestas por mensajes simples y poéticos, que invitan a los espectadores a realizar determinadas acciones, como “escuchar el sonido de la Tierra girando” o “encender un fósforo y observar hasta que se consuma”.

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El proyecto expositivo contempló dos instancias: por un lado, la propia muestra en las salas de MALBA; por el otro, la exposición y difusión de gran parte de las obras en el espacio público, los medios masivos de comunicación, Internet y las redes sociales.

De este modo, las instrucciones podían aparecer para ser leídas en los muros de la sala de exposición, en las páginas de un periódico, como parte de un “festival de danza”, en un cartel en mitad de una avenida importante, una parada de colectivo o en el subte; o para escucharse a través de altavoces, de una radio, dichas al oído.

Se podían recibir en mensajes por correo electrónico, a través de las redes sociales o como una imagen que se «viralizó» en Instagram.

De este modo, Ono amplificó el alcance de una obra con un fuerte compromiso social y político, a partir de su militancia a favor de movimientos como el feminismo, el pacifismo y el ecologismo.

En Dream Come True, la artista invitó a atravesar una experiencia transformadora en nuestra relación con nosotros mismos y con los demás.

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Dream Come True presentó una recopilación de los textos o instrucciones que Yoko Ono realizó, y también una gran cantidad de obras que tienen sus raíces en estas piezas.

La muestra incluyó la primera instrucción realizada por la artista, «Pieza de encender«, del otoño de 1955 (“Enciende un fósforo y observa hasta que se consuma”) y la acompañó «Film N°1. Fósforo«, de 1966, donde se veía esa instrucción materializarse.

Otro ejemplo fue «Pieza risa«, del invierno de 1961 (“Pásate una semana riendo”) que se presentó junto a «Film N°5. Sonrisa«, de 1968, en el que se veía la cara de John Lennon en primer plano, que pasaba de un rictus anodino a un gesto de franca alegría.

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Estaban también sus piezas susurradas, con las que, desde el 2001, Ono incentivó a que las personas se lleve prendida en la ropa frases como “Sueña”, “Toca”, o “Ríe”.

En estos casos, a partir de una primera instrucción surgían otras piezas que resonaban con ella, con su contenido o su afán de trascender.

La amplitud de formas de obra que las instrucciones de Ono permitían (texto, performance, sonido, instalación, film, objeto), se veía claramente en la famosa instalación que surge de la instrucción de su pieza «Pintura de techo, pintura del sí«, de 1966, gracias a la cual se conocieron Ono y Lennon, y que dice: “Sube a una escalera. Observa la pintura del techo con una lupa y encuentra la palabra “sí”.

La palabra “sí” aparecía después también en carteles de vía pública, como una instrucción o una acción positiva, un deseo de afirmación o autoafirmación.

En algunas piezas, las palabras operaban con juegos de sentido, como en el caso de “Fly”, que en inglés significa “vuela” o bien “mosca”.

Por un lado existía «Fly Piece» (Pieza vuelo), de 1963 (con la instrucción “Vuela”), pero por otro también existían el film «Fly» (Mosca), de 1970, y una pieza sonora un año posterior: «Mosca», de 1971.

Como textos escritos, estas obras podían ser leídas por uno mismo, pero también eran posible escucharlas presentadas por la propia artista o leídas por otras personas.

En este sentido eran obras fluidas, comunicables, pensadas para llegar a la mayor cantidad de personas posible, y que buscan generar nuevos tipos de relaciones con el público.

Había un espacio para que el público pintara un cuadro (o «añada colores», como pedía la instrucción)…

Y una tela para pasar la mano y estrechar la de quien esté detrás…

Y lugares para sensibilizarse, como «Mi mami es hermosa», el espacio donde se invitaba a dejar un recuerdo sobre la propia madre…

Y un teléfono rojo titulado «Escultura parlante para Argentina«: en cualquier momento podía sonar y del otro lado de la línea saludaba Ono. Sólo ella tenía su número…

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Y un poco más allá se podía clavar un clavo en una cruz de madera…

Y cubrirse con un manto negro y experimentar la oscuridad…

Y un inmenso mural de mapas que proponía dejar un mensaje bajo la instrucción “estampa la paz en la ciudad que quieras”.

En la terraza del museo se encontraba “Wish Tree”, cinco árboles de los cuales colgaban cientos de deseos.

Un punto destacado fue la convocatoria «Arising / Resurgiendo«. La artista invitó a las mujeres latinoamericanas que hayan sufrido violencia de género a dar testimonio con un texto que describía la experiencia sufrida y una foto de sus ojos.

Las páginas enviadas integraron un mural que fue creciendo todas las semanas.

Había una selección de 17 piezas performáticas históricas de Ono de la década del 60.

Entre otras, se vio «Cut Piece«, de 1962, en la que Yoko Ono se ofreció para que el público corte su ropa.

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Estaba «La pieza de restaurar«, una mesa con objetos de porcelana rotos para que el espectador reparara y acomodara en una estantería.

Esta actividad era una vinculación con la cultura japonesa, muy presente en la vida de Ono, y la metáfora de Kintsugi, el concepto de la reparación como parte de la historia de un objeto, por lo que no debe ser ocultado ni disfrazado.

De esta manera frente a las cerámica rotas la artista propuso crear algo nuevo, preservando y valorizando el daño e incluso transformándolo en algo bello.

A su vez, este trabajo podía ser pensado como una acción sanadora para el público.

Incluso se podía subir a una escalera caracol azul -una de las piezas más atractivas del recorrido-, para poder “ver el cielo”, una obra que obligó a los montajistas del museo a modificar una lucarna del techo del edificio y colocar un vidrio transparente para observar el firmamento, ya sea en un día de lluvia como de sol.

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Por supuesto, estaba la famosa foto de Lennon y Ono con la leyenda «War is over!»

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A primera vista “Dream come true” podía parecer un proyecto complejo, pero en realidad era una experiencia abierta a la participación y conexión con el otro, un mensaje de que puede existir un mundo mejor.

Tomé las fotos de esta nota con diferentes teléfonos móviles, y algunas las edité con las aplicaciones Snapseed e Instagram, durante mis tres recorridas de la muestra: el 28 de junio, cuando fui invitado a visitarla por el banco ICBC como forma de agasajo por el día del periodista; el 11 de agosto, cuando fui invitado por la agencia digital W3, que celebró en el MALBA su vigésimo aniversario; y el 30 de septiembre, junto a mi amiga Lidia Garavano.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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