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Las microalgas son organismos muy sensibles que reaccionan ante la presencia de contaminantes en el ambiente acuático que habitan.
Por eso, conocerlas permite tener una idea bastante acabada de las condiciones en las que se encuentra el ambiente donde viven.

El grupo de biología de protistas del Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) que dirige Visitación Conforti estudia su utilidad como bioindicadores y su aprovechamiento como suplemento dietario para peces y crustáceos.

Cuando Conforti comenzó a estudiar las microalgas, encontró –no sin cierta sorpresa– que no sólo podía hallarlas en cursos de agua tan contaminados que parecía imposible que seres vivos se desarrollaran allí sino que, justamente, su presencia podía ser una buena herramienta para detectar alteraciones en estos ambientes.

Los ríos, arroyos y lagunas del Gran Buenos Aires –con la cuenca Matanza-Riachuelo a la cabeza– muestran un alto deterioro en la calidad de sus aguas.

Sin embargo, varias especies de algas pueden encontrarse allí. En la mayoría de los casos, estos organismos son muy sensibles a los cambios y pueden dar una idea acabada de lo que sucede en cuanto a contaminación por actividad industrial o doméstica.

Los investigadores detectaron malformaciones en algunas microalgas que pueden servir como bioindicadores de distintos tipos de alteraciones en el ambiente acuático.

“Las microalgas son organismos microscópicos, muy sensibles a los mínimos cambios ambientales. Como forman el primer nivel de la cadena trófica y sostienen todo el ambiente acuático, entender y evaluar qué es lo que les pasa es clave para saber en qué peligro puede estar un cuerpo de agua”, explicó Conforti ante la agencia de noticias NexCiencia.

“Es que afectando ese nivel de la cadena trófica, se afecta a todo lo demás”, dijo al mismo medio Ángela Juárez, integrante del equipo.

“Además tienen ventajas porque son fáciles de cultivar, ocupan poco lugar, son maniobrables”, agregó.

Las investigadoras trabajan con algas extraídas de cuerpos naturales del país, aisladas en su laboratorio y cultivadas para obtener un número importante.

«Con esos cultivos hacemos distintos bioensayos para ver cómo las afectan los metales pesados, el contenido de materia orgánica, los agroquímicos. Vemos cómo se modifican las microalgas ante la presencia de estas sustancias para que después, si encontramos esas mismas modificaciones en un ambiente natural, podamos tener una idea de qué está pasando en ese cuerpo de agua. Es decir, las utilizamos como bioindicadores de las condiciones acuáticas», explicó Conforti.

En los ambientes contaminados, todos los organismos, incluso los seres humanos, sufrimos lo que se llama estrés oxidativo, es decir cambios muy importantes de nuestra fisiología en respuesta a esos agentes contaminantes.

De izquierda a derecha: Ángela Juárez, Verónica Viau, Silvina Rosa y Visitación Conforti.

De izquierda a derecha: Ángela Juárez, Verónica Viau, Silvina Rosa y Visitación Conforti.

El grupo cuenta con un subsidio del Proyecto de Investigación Plurianual (PIP) del Conicet con el cual van a testear cuencas del conurbano bonaerense que están contaminadas.

Dentro de la línea que aborda el impacto de contaminación, Juárez se enfoca en el efecto de contaminantes desde un punto de vista bioquímico y en función de comprender qué ocurre con el nivel de estrés oxidativo de microalgas.

“Mi investigación está más orientada hacia el efecto de pesticidas y herbicidas; en particular, trabajo la problemática del glifosato y su efecto sobre microalgas autóctonas en comparación con microalgas estandarizadas, que son las que se usan a nivel internacional para estudiar la calidad de aguas o el impacto de tóxicos”, explicó la investigadora.

“En todas nuestras investigaciones es muy importante hacer estudios sobre especies autóctonas porque las especies internacionales pueden no tener la misma sensibilidad y no hay garantías de que lo que pase con ellas sea igual a lo que les ocurre a los organismos que están expuestos en nuestros ambientes”, explicó.

Pero la línea relacionada con el impacto de la contaminación, si bien sigue siendo uno de los ejes del laboratorio, no es la única.

Existe otra línea que surgió junto con la incorporación al equipo de Verónica Viau y está relacionada con la utilización de microalgas como nutrientes para dietas de otros organismos.

“Estamos incursionando en la aplicación de microalgas como suplemento dietario para mejoramiento de alimento de peces y crustáceos. Buscamos aumentar la producción de cultivos de microalgas para alcanzar una producción masiva y tener una biomasa importante como para poder suplementar a los alimentos. También estudiamos el valor nutricional que tienen estas algas, porque son muy ricas en proteínas, aminoácidos, ácidos grasos esenciales, sobre todo los del tipo omega 3 que son muy importantes para crustáceos y peces aptos para el consumo. Estudiamos los pigmentos, que son importantes antioxidantes y mejoran la calidad comercial de los animales, sobre todo de los crustáceos, ya que no es lo mismo ver camarones bien anaranjados que verlos pálidos, cuando éstos llegan al consumidor”, afirmó Juárez.

El desarrollo de coloración natural en productos para el consumo es importante porque, de este modo podrían evitarse colorantes artificiales.

“Lo bueno de esta nueva línea es que es altamente interdisciplinaria y que el resultado va a ser, en el futuro, más aplicado”, sostuvo Conforti.

“Con los bioensayos y los muestreos que hicimos en cursos de agua, pudimos corroborar los efectos contaminantes y nuestro aporte era advertir sobre lo que está pasando para que se tomen las medidas necesarias. Pero, los resultados de este último tema, tendrán una aplicación más inmediata”, aseguró.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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