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Investigadores de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) desarrollaron un gel para heridas crónicas y decidieron crear una empresa para llevarlo al mercado.

Tras un comienzo en el que debieron reformular el producto para poder patentarlo, ya comenzaron a transitar las pruebas regulatorias y fueron premiados en competencias locales y del exterior.

Según informó la agencia TSS, los investigadores desarrollaron el medicamento en forma de gel para heridas crónicas como úlceras venosas, de pie diabético y escaras de personas postradas.

Conocedores de que la transferencia es tan importante como la investigación si se pretende que el producto llegue a los potenciales usuarios, decidieron crear la empresa Untech junto con emprendedores de diversas disciplinas.

Gracias a la participación en varios concursos, en 2018 obtuvieron las primeras inversiones para llevar adelante las validaciones necesarias para convertir al desarrollo en un producto.

“Si bien hay alternativas para heridas crónicas en el mercado, el 80% corresponde a vendajes o apósitos paliativos que protegen la herida mientras cicatriza sola. Aquellos que tienen una mejor efectividad terapéutica son muy caros y tampoco aseguran la cicatrización porque carecen de una propiedad importante, que es combatir la infección bacteriana”, explicó a TSS el doctor en bioquímica Alberto Ramos Vernieri, investigador del Instituto de Biotecnología Farmacéutica y Alimentaria (Inbiofal-Conicet-UNT) y uno de los fundadores de Untech.

En las heridas crónicas, las bacterias se adhieren formando un biofilm, que incluye la formación de una capa gelatinosa que les permite protegerse mejor de los antibióticos y del sistema inmune.

Esto genera una respuesta inflamatoria crónica que impide la cicatrización y es el problema que los investigadores buscaron resolver.

Se estima que el proceso de desarrollo y transferencia de un medicamento demanda unos 20 años hasta que llega al mercado.

Vernieri y el resto del equipo comenzaron con la investigación en el año 2000 y consideran que, si todo va bien, el producto podría llegar al mercado en 2024.

Sin embargo, el camino hacia la transferencia no es sencillo. El proyecto surgió en la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia de la UNT bajo la dirección del investigador Juan Carlos Valdez.

En ese momento, Vernieri comenzó a realizar su tesis doctoral sobre el uso de bacterias probióticas para combatir infecciones en heridas.

Tras varios años, llegaron a una formulación con buena efectividad terapéutica y la patentaron.

El problema fue que, al comenzar el camino de la transferencia, se percataron de que no habían tenido en cuenta cuestiones como parámetros regulatorios y de propiedad intelectual.

La formulación contenía más de 400 moléculas y 20 enzimas, por lo que era muy caro y complejo para ser aprobado por las autoridades regulatorias como la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) o la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de los Estados Unidos.

“Para nosotros fue un golpe muy fuerte porque después de 15 años de trabajo resultó que esto no era transferible. Así que tuvimos que hacer un proceso de reconversión tecnológica: transformar una tecnología con buena acción terapéutica pero intransferible desde el punto de vista legal”, contó Vernieri.

Ahí comenzaron con la etapa emprendedora. Se capacitaron en aspectos regulatorios y ampliaron el equipo con especialistas en cuestiones administrativas y legales.

“Pasamos de la mezcla obtenida por fermentación con probióticos a una mezcla de moléculas y enzimas que ya estaban aprobadas por la FDA y la ANMAT para otros usos. Esto nos permitía mantener la efectividad terapéutica, ahorrar costos y minimizar las dificultades regulatorias, además de tener la posibilidad de tramitar una patente internacional”, señaló el investigador.

Así fue que empezaron a participar en concursos orientados a la transferencia tecnológica.

En 2015, ganaron la competencia Naves, de la Universidad Austral, donde luego de seis meses elaboraron un plan de negocios.

Posteriormente, llegaron a la final internacional de una competencia impulsada por la consultora Everis, donde compitieron con 60 proyectos a nivel mundial.

También obtuvieron reconocimientos en Silicon Valley y Singularity University.

“Ahí nos enseñaron como hacer que la solución llegue a la mayor cantidad de pacientes en todo el mundo. De 24 compañías incubadas, eligieron la nuestra para invertir y eso nos cambió mucho porque hasta entonces todo había sido sostenido con el bolsillo propio, visión y convicción”, sostuvo Vernieri.

También obtuvieron el primer premio del concurso para emprendedores IB50K, del Instituto Balseiro, de la ciudad rionegrina de San Carlos de Bariloche.

“Como el plan de negocios ya fue validado por profesionales de diversas instituciones y hemos recibido algunas inversiones, podemos empezar con la ejecución”, finalizó Vernieri, quien en el equipo emprendedor se encarga de los aspectos legales y de propiedad intelectual.

También forman parte del equipo Rubén Salim (área financiera), Nicolás Cerusico (experto en clínica de heridas crónicas), Romina Chávez (especialista en preclínica legal en animales) y María de los Ángeles Lasarte (gerencia y vinculación tecnológica).


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