Hoy quisiera declararme desenamorado.
Desenamorado de los amores edulcorados,
de las relaciones posesivas,
de los abrazos que aprisionan la libertad,
de los besos hipócritas y de las caricias falsas,
de las miradas turbias y de las sonrisas torcidas.Desenamorado de las imposiciones del mercado,
de los regalos que se compran con dinero,
de los brindis fugaces,
de los encuentros obligados,
de las cenas de apariencia y de las fotos de ocasión,
de las flores que esconden sus espinas
y de los “te quiero” sin pasión.Me declaro desenamorado
de quienes han hecho del amor
apenas una palabra vacía de todo contenido,
y de quienes promocionan al amor
como un mero contacto físico,
sin alma, sin compromiso, sin relación.Me declaro desenamorado
de quienes confunden su hedonismo con amor,
de quienes maquillan sus odios con palabras bonitas,
de quienes viven amores de cabotaje, amores selectivos,
amores pobres, amores interesados, amores egoístas.Me desenamoran las personas cobardes,
las gentes que nunca se han jugado por alguien o por algo,
aquellas que le temen al “qué dirán”,
las que tienen miedo de perder sus privilegios,
las que prefieren conservar en lugar de arriesgar,
las que no se mueven de sus sitios de confort,
las que nunca han buscado hacer bien a otros,
las que no saben desprenderse ni reaprenderse,
las que solo militan la causa de su ambición,
las que no conocen el poder de la solidaridad
ni la bendición de ser comunidad.Me desenamora la vida aburrida,
la fe adoctrinada, la teología aburguesada,
la religión de las repeticiones
y la poesía que rima.
Gerardo Oberman
Fuente: Tiberíades, Red Iberoamericana de Poetas y Críticos Literarios Cristianos.