Nota de R.: el siguiente texto se inspira en el evangelio de Lucas 17.11-19.
¡No sabes cuántas veces,
cuántas veces,
esperé que te detuvieras,
que tu religión me abrazara,
que tus credos me incluyeran,
que tu dios te impulsara a acercarte,
que me dijeras que en tus templos
encontraría refugio, abrigo, sanidad.
Esperé, al menos, una pizca de compasión,
un vaso de agua, una hogaza de pan,
una manta para el frío
o una palabra que me hiciese sentir
ser humano, persona.
Ni tus leyes
ni tu justicia,
ni tu gobierno,
ni tus hospitales,
abren espacios
para las gentes sufridas,
para las gentes expulsadas
de toda dignidad,
para las gentes
expuestas al desprecio,
a la burla,
al olvido,
a la muerte.
Pero, ¿qué te importará a ti?
Tú tienes tu vida y sigues tu camino
como si mi vida rota,
mi cuerpo lastimado,
mis dolores viejos
y mis angustias nuevas,
fueran demasiado para ti.
Y fue al postrer grito,
el de la desesperación absoluta,
que Aquel caminante se detuvo
para revelar el poder de la gracia,
escandalosamente tierna,
misteriosamente salvadora,
amorosamente liberadora.
Y no le quedó a tu religión y a tus leyes
sino certificar el poder sanador
de un gesto de compasión.
¡Eterna gratitud
a quienes no siguen de largo
ante los gritos desgarradores
del sufrimiento humano!
Gerardo Carlos C. Oberman
Fuente: Perfil del autor en Facebook.