(A la luz del evangelio de Mateo 17.7).
La misión no es armar tres chozas
allí donde las luces brillan
y donde la fe se relaja.
La misión no es dormir allí
donde los conflictos están ausentes,
evitando los desafíos, la preguntas,
las luchas, los dolores, los miedos
que esperan debajo de la colina.
¡Levántense de su comodidad,
salgan de su zona de confort,
muévanse de los lugares establecidos,
abandonen los sitios que ahogan,
despójense de las frases hechas y de los sonidos sin alma,
de los lenguajes arcaicos y de las tradiciones sin vida,
sacúdanse el polvo de una religión acartonada
y huyan de las instituciones que encarcelan la Ruaj!
¡Levántense, no tengan miedo!
Hay mucho por decir y aún más por hacer.
Un mundo lleno de contradicciones
espera que los hijos y las hijas de la luz
compartan destellos esperanzadores,
repartan abrazos que sanen,
tiendan puentes que reconcilien,
desenmascaren las hipocresías
de las teologías corrompidas
y ayuden a construir comunidades
donde la inclusión y la diversidad
dejen de ser palabras bonitas
para transformarse en experiencias reales,
indicios del mundo nuevo de Dios.
¡Levántense, no tengan miedo!
Caminen al encuentro de las mujeres que marchan,
súmense a sus gritos reclamando poder decidir,
golpeen las puertas de los palacios y de los templos
para generar allí la conciencia atrofiada por liderazgos tibios,
tejan alianzas con quienes busquen acabar con toda opresión,
únanse a las columnas migrantes
y compartan con quienes buscan su lugar en el mundo
el agua, el pan, el abrigo, la palabra que anima, el gesto tierno,
tiendan sus manos hacia las de quienes sufren,
lloren y rían y canten y dancen y sueñen
sin dejar que nadie les robe la oportunidad
de ser pueblo, de ser comunidad,
mientras peregrinan por los rumbos de Dios
hacia la tierra de la plena justicia
y de la armonía perdida con la creación.
¡Levántense, no tengan miedo!
Gerardo Oberman
Fuente: Perfil del autor en Facebook.