(A la luz del evangelio de Juan 4.6).
Caminante de todos los caminos,
que te adentras en nuestros mundos
superando todas las fronteras
y venciendo todos los prejuicios,
que te acercas a nuestros pozos,
a esos espacios en los que buscamos
calmar nuestra sed y llorar nuestro dolor,
siéntate hoy a mi lado, por favor.
No pases de largo,
como tantas veces otros y otras han pasado.
No me niegues tu abrazo,
como tantos y tantas ya me lo niegan.
¡Es insoportable la vida sin abrazos!
Hazte un tiempo para mí,
abre la puerta a una conversación
que renueve, que libere, que sane,
que desafíe, que anime, que esperance
mi vida lastimada, mi alma sedienta.
Siéntate y quédate, cercano.
Que tu peregrina solidaridad me abrace,
que tu divina presencia trascienda
todas las grietas y todos los muros,
todas las distancias y todas las discriminaciones,
todos los rencores y todas las exclusiones,
todos los virus y todas las pestes,
todas las hipocresías y todas las tibiezas,
todas las injusticias y todas las inequidades
que golpean mi existencia
y la de tantas otras personas
aisladas por una sociedad enferma
de miedos y de prejuicios.
Que tu cercanía se transforme en antídoto
ante el desprecio que deshumaniza,
que tu profética presencia
junto a tantos pozos olvidados
desenmascare las hipocresías
de los sistemas que descartan y desechan,
y que tu gracia continúe derramando amor
en cada lugar donde las bacterias del odio
siguen contaminando la plenitud de la vida
a la que todas las personas tenemos derecho.
Siéntate y quédate, cercano y solidario.
Hoy te necesito.
Hoy el mundo te necesita.
Gerardo Oberman
Fuente: Perfil del autor en Facebook.
Imagen: Jesús y la mujer samaritana, de Paolo Veronese.