“Cuando Jesús entró…, toda la ciudad se alborotó…” (Evangelio de Mateo 21:10ª).
Entra, Jesús, a nuestros espacios.
No pases de largo, por favor.
Hazte un lugar también aquí,
en nuestro presente complejo,
en nuestras realidades golpeadas y lastimadas,
en nuestras vidas llenas de preguntas.
Alborota nuestras conciencias,
desestabiliza nuestros presupuestos
teológicos, políticos, económicos.
Irrumpe en nuestras fiestas
para recordarnos que la verdadera fiesta
es la inclusión, la búsqueda de la equidad,
la capacidad de abrazar sin miedos lo diferente,
la disposición a hacerle espacio
a quienes siempre se han quedado fuera.
Entra sin pedir permiso en nuestras ciudades,
camina nuestras calles y míranos
esquivándonos, evitándonos, temiéndonos.
Sacúdenos la pereza de amar
y despiértanos a la solidaridad urgente
que nos acerque a quien vive la angustia
del desamparo y del olvido,
de la soledad y del hambre,
del destrato y de los desprecios.
Ilumina las vidas oscurecidas
por odios, ambiciones, egoísmos
en tiempos que reclaman generosidad y entrega.
Acontece allí donde los corazones se derraman
en vocación de servicio en hospitales
y en comedores comunitarios
y en acompañamiento a personas mayores
y en compartir lo que se tiene con otros y otras.
Asómate en nuestra historia
y transita con tu pueblo este peregrinaje
que desnuda muchas mezquindades
pero también tanta pasión por servir,
tanta ternura que esperanza
y tanto potencial de humanidad transformada.
Entra, Jesús, a nuestros espacios.
Y que tu presencia nunca deje de alborotarnos.
Gerardo Oberman
Fuente: Perfil del autor en Facebook.