El predicador evangélico argentino-estadounidense Luis Palau falleció el 11 de marzo a los 86 años en su casa en la ciudad de Portland, en el noroeste de los EEUU, a raíz de un cáncer de pulmón que sufrió durante los últimos tres años.
Puedes leer desde ese día muchas notas sobre Luis Palau publicadas en Internet y en redes sociales.
En mi caso, se trata de un testimonio personal a partir de mi relación con este hombre que impactó en la vida de millones de personas, a tal punto que se lo puede considerar como el dirigente religioso oriundo de la Argentina más famoso del mundo, después del papa Francisco.
Conocí a Palau en la década del 70, cuando mi madre escuchaba en casa sus breves reflexiones grabadas que se emitían en Radio Colonia, bajo el título «Luis Palau responde».
Su dicción clara, marcada con un acento extraño a mis oídos, debido a que vivía desde la década del 60 en los EEUU, y un énfasis especial al principio y al final del ciclo quedaron marcados en mi memoria.
En 1977, cuando tenía 13 años, estuve en una serie de reuniones que encabezó en el estadio porteño Luna Park en 1977, en el apogeo de la última dictadura cívico-militar.
Fue la primera de muchas reuniones públicas y masivas que encabezó Palau y en las que participé.
Gran parte de la comunidad evangélica se movilizaba para participar en estas celebraciones, inspiradas en las que llevaba a cabo el predicador estadounidense Billy Graham.
Mientras cursaba la última etapa de la escuela secundaria, los viernes a la tarde trabajé durante esos años como cadete de una agencia que contrataba espacios en radios para programas evangélicos.
La agencia se llamaba Dorcas Publicidad, y su dueño, Roberto Jarczak, me entregaba las cintas abiertas, donde estaban grabados los programas, en su oficina en el barrio porteño de Floresta.
Desde ahí iniciaba, con un bolso de tela de avión en el que llevaba los carretes de cintas, un largo raid en colectivos y subtes al centro de Buenos Aires y barrios vecinos, por las sedes de las radios que emitían los programas.
En las radios entregaba las cintas y recogía las de los capítulos emitidos para llevarlas de nuevo a Floresta. Después, volvía a mi casa.
Entre esos programas que llevaba cada viernes estaba «Luis Palau responde».
Paradojas de la vida. Una de las radios donde llevaba esos programas era Radio Belgrano, en la calle Uruguay, en el barrio porteño de Recoleta, donde en 1985 participé como periodista durante tres meses en un ciclo radial.
Y otra emisora que visitaba por ese trabajo era la querida Radio Splendid, donde en 1986 comencé formalmente mi carrera en el periodismo.
Después de esa época no tuve contacto con Luis Palau hasta 1994, cuando comencé a trabajar como jefe de redacción del periódico mensual El Puente, donde me desempeñé hasta 2010.
Cuando visitaba Buenos Aires, Palau pasaba por la redacción del medio. Siempre correcto y afable, nunca se lo percibía como una persona distante o agobiada o tensa por la fama que lo rodeaba.
Cuando dialogaba con un pequeño grupo o se dirigía a las multitudes, uno sentía que le estaba hablando personalmente.
En 2001, Rubén Proietti, uno de sus más estrechos colaboradores, me convocó junto a mi amigo y colega David Kohler para que nos encargáramos de la prensa y difusión de una serie de reuniones masivas que Palau encabezó en el parque Sarmiento en la ciudad de Córdoba.
En ese festival, así lo denominaba porque combinaba música con prédicas, participó el gran músico dominicano Juan Luis Guerra. El contraste entre las dos personalidades era muy fuerte.
Palau no tenía ningún inconveniente para comunicarse y no rehuía ninguno de los temas que se le planteaban, siempre con una sonrisa, mientras que Guerra era muy tímido y cohibido ante la prensa.
Palau nunca intervino en nuestro trabajo, y siempre estaba muy bien predispuesto para facilitar nuestra tarea.
En 2002, Proietti nos volvió a encomendar a David y a mí el mismo trabajo pero para un desafío mucho mayor: dos reuniones multitudinarias de Palau a fines de enero de 2003 en los bosques del barrio porteño de Palermo, en el monumento de los españoles.
En esos meses de trabajo, y en especial en la semana de ese festival, que incluyó reuniones con dirigentes de diferentes sectores sociales, políticos, económicos, gremiales y religiosos, Palau nunca se mostró alterado.
Sabía delegar tareas y tensiones en sus colaboradores para concentrarse en su trabajo de predicador y comunicador. Siempre interactuaba con una sonrisa, en público y en privado.
La fotografía que encabeza esta nota fue tomada en esa reunión de 2003.
Palau aparece de espaldas ante la multitud que lo escucha en silencio en la avenida del Libertador, en Palermo.
Cuando el fotógrafo de la organización tomaba esa imagen, yo estaba muy cerca de él, admirando ese fenómeno de masas en torno a un predicador.
En enero de 2004 con David cubrimos para nuestro medio Pulso Cristiano, que habíamos fundado en 2003, un festival de Palau en la ciudad bonaerense de Mar del Plata.
Pero en este caso no habíamos sido contratados para trabajar en la prensa y la difusión.
Ya no éramos bien vistos por parte de la dirigencia evangélica porque teníamos en ese medio un punto de vista propio e independiente, alejado del paradigma acrítico de la prensa evangélica resumido en una triste frase al momento de informar: «Todo muy lindo, gran bendición».
En 2008 Pulso Cristiano también cubrió las reuniones de Palau en el Obelisco porteño, aunque yo estaba fuera del país por razones laborales.
Después de ese festival de 2008 seguí al tanto de Palau y sus actividades por mis trabajos en El Puente y Pulso Cristiano.
Desde 2010, debido a mi trabajo en iProfesional y en este sitio web propio, Bahía César, dejé de tener contacto con su actividad hasta hace unos tres años, cuando me llegaron noticias sobre su delicado estado de salud.
En 1979, en el Congreso Latinoamericano de Evangelización (CLADE II), Palau se refirió en su ponencia al uso de los medios masivos:
«Tenemos que hacer que el evangelio sea noticia. Los medios masivos nos ayudan a alcanzar el gran fin que glorifica a Dios y bendice a la nación. Con valor y sin cobardía, con humildad, pero con autoridad debemos meternos sin titubeos en medio del mercado del mundo. Hoy los medios masivos son el mercado de ideas que tocan multitudes y lo hacen al instante».
Esa visión y su puesta en práctica impulsó, en mi adolescencia, mi vocación por la comunicación en los medios masivos, aunque con el paso de los años y el desarrollo de mi propia experiencia de fe cristiana, me alejé de las visiones conservadoras que Palau postulaba.
Sin embargo, y más allá de esas diferencias, agradezco a Dios por su vida y su influencia en la mía, y expreso mi consuelo para sus parientes y sus colaboradores en este tiempo de duelo.