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El último temblor en el tablero cripto dejó al descubierto un escenario cada vez más reacio a los jugadores volátiles y con una fuerte demanda de regulaciones.

El hecho de que Bitcoin gane la atención mediática global en ciclos de euforia y desencanto ya no sorprende como antes. Incluso los «outsiders» del ecosistema asocian a la criptomoneda con el vértigo propio de entornos especulativos que se potencian por el anonimato y la falta de respaldo.

Dicho esto, el desplome de los últimos días llevó el valor de la moneda a su precio más bajo en dos años y reavivó la sensación de “criptoinvierno”.

Pero esa caída fue, sobre todo, la consecuencia del feroz reacomodamiento de dos jugadores claves del ecosistema: la plataforma de intercambio Binance y su competidora FTX, ahora caída en desgracia.

Pero si el tablero entero ha temblado no es sólo porque la criptoeconomía demanda unas reglas del juego más nítidas sino porque los actores carentes de respaldo o liquidez están tropezando demasiado seguido.

Los derrumbes de Bitcoin, consecuencia de su volatilidad intrínseca, se repiten cada vez más: hubo fuertes caídas en 2018 y 2020 y llegamos al cierre de 2022 con dos desplomes pronunciados.

Los efectos de esa volatilidad se hacen más patentes a medida que crece el volumen de todo el ecosistema mientras se multiplican los cuestionamientos hacia sus supuestos beneficios.

De hecho, la idea de que Bitcoin es un activo eficaz contra la devaluación de la moneda fiduciaria es puesta en duda.

Bitcoin tiene y tendrá el mérito de haber impulsado un poderoso efecto dominó de innovación alrededor de la tecnología blockchain. Pero a medida que sus crisis se hacen más periódicas, queda claro que su extrema volatilidad lo torna inviable como instrumento financiero.

Avanzar hacia una economía más estable requiere, en primer lugar, de respaldo. Cuando diseñamos Unicoin, comprendimos que éste era un componente esencial para contrarrestar la volatilidad predominante del sistema.

Lo contrario significaba sumarnos a la ruleta rusa de la especulación, un juego en el que sobran jugadores. Unicoin es una criptomoneda con sus informes financieros detallados y auditados accesibles en el sitio web de la Comisión de Bolsa y Valores.

Simultáneamente, las demandas por marcos regulatorios toman un nuevo impulso porque ya no provienen únicamente de los gobiernos.

Changpeng Zhao, director general ejecutivo de Binance, ha insistido en que las regulaciones deben enfocarse también en las operaciones de los exchanges, incluyendo sus modelos de negocio y la prueba de reservas.

El propio Zhao cree que las agitaciones de la semana pasada equivalen a “una crisis del 2008” para el ecosistema cripto, una aseveración que nos da una idea muy gráfica de dónde estamos parados.

En este escenario, las señales son cada vez más ruidosas pero también más claras: no hay clima de final de juego. El futuro del dinero se sigue escribiendo y las fricciones y desaciertos de muchos de sus protagonistas sólo desnudan las falencias de un sistema que más temprano que tarde tendrá que regularse.

En esa saga, este último capítulo es un abrupto recordatorio de que, más allá de su capacidad de efectuar transacciones, las criptomonedas necesitan garantizar su función de almacenar valor.

De lo contrario, todo el potencial transformador de la tecnología blockchain quedará atrapado por lógicas puramente especulativas, incapaces de motorizar la economía real.

Alex Konanykhin

Director general ejecutivo de Unicoin.


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