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Pedro Aznar, uno de los músicos argentinos que admiro desde fines de la década del 70, cuando fue el bajista del grupo Serú Girán, publicó el 30 de octubre una carta en sus perfiles en redes sociales con motivo de los 40 años de las primeras elecciones nacionales que marcaron el final de la última dictadura cívico-militar y de la segunda vuelta del comicio presidencial de este año, prevista para el 19 de noviembre.

Cuando digo libertad

Desde este Cabildo que visité en mi infancia gracias a la escuela pública y gratuita, y cuando la vida ya me ha dado las canas de muchos de aquellos que forjaron, desde este vientre, el avance de la libertad contra el oprobio colonial, desde esta esquina de la plaza que vio más tarde la caída de las instituciones y la implantación de un régimen de terror, hago esta preocupada reflexión llamando a la cordura a muchos que parecen haber perdido la memoria. La democracia que recuperamos es preciosa, frágil y se apoya en los hombros de cada una y cada uno de nosotros. Ese nosotros que se levantó malherido de las ruinas en el 83 y le dijo a la cara al horror un resonante Nunca más.

Mientras el capitalismo implosiona y crea en su seno un océano de parias, la democracia es traicionada y secuestrada por las elites del mundo, por su retorcida especulación y su astuta manipulación de la opinión pública. Estamos, sí, cansados de no ver el mundo que anhelamos, uno en el que la igualdad de oportunidades y el derecho a una vida hermosa y justa se haga realidad. Pero salir corriendo hacia las fauces de la bestia que engendra la hecatombe no es la estrategia más inteligente ni el modo de alcanzar la utopía.

La libertad ilimitada del mercado para hacer su capricho atropella la vida, cercena las oportunidades del que menos tiene, se come vorazmente las entrañas de la tierra. Hace cuarenta y siete años tuvieron que implantar su triste reino con balas, torturas y vuelos de la muerte. Hoy, a cuatro exactas décadas de haber creído terminada para siempre aquella pesadilla de plomo, la vemos asomar su repugnante cabeza en forma de promesas falsas, ideas a medio cocinar, falacias mal vestidas de tecnicismos y un aberrante negacionismo de las monstruosidades cometidas. Este es el momento en que la ciudadanía deberá mostrar su temple y su coraje, el material del que está hecha, la fibra de su altura moral o la caída estrepitosa al precipicio del individualismo autoritario.

Defenderemos la democracia (y los derechos que ella garantiza) en las urnas. Si eso no alcanzase, la defenderemos en las plazas, en los foros, en las calles. La poesía también saldrá a abrazarla.

La verdadera libertad no es la del dinero para esclavizar a las personas. La verdadera libertad canta en la defensa de la dignidad del otro.

La verdadera libertad no retrocederá.

Pedro Aznar

Aznar leyó la carta durante una entrevista en un ciclo radial el 30 de octubre en el Cabildo porteño:


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