“Me quedé sin batería” en el teléfono móvil, la computadora portátil o la tableta. “Se me cayó Internet” o “la conexión estaba saturada” o “no me enganché a la red”. “El roaming (la capacidad de un celular para moverse de una zona de cobertura a otra) no está habilitado”.
Frases que escuché en español, inglés y francés y que se pronunciaron, supongo, en otros idiomas entre el 9 y el 12 de enero pasado en la ciudad estadounidense de Las Vegas.
Estuve la “ciudad del pecado”, por sus casinos y la prostitución, para participar, por mi trabajo como periodista, en la feria electrónica e informática CES.
En el encuentro (fotos propias aquí y aquí), donde hubo más de 140 mil personas, proveedores y actores del mercado de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) delinearon un futuro habitado por dispositivos conectados entre sí por redes como Internet y activos durante todo el día.
Pero cuando me encontraba con colegas argentinos y de otros países, escuchaba esas quejas de baterías agotadas y los inconvenientes para comunicarse. Y algunos caían en la desesperación cuando la comunicación se cortaba por algún problema técnico.
Me gocé entonces al recordar que puedo «conectarme» con Dios en cualquier lugar y momento, sin necesidad de recurrir o depender de algún mediador entre el Señor y yo. Y medité en las ocasiones cuando, en medio de una prueba, viví en paz gracias a su Palabra revelada en la Biblia.
¡Te alabo, mi Señor, porque por tu gracia y misericordia hay una vía de comunicación abierta y permanente entre vos y el ser humano, que no depende de baterías o conexiones u accesorios materiales o espirituales!
PD: Esta nota salió publicada originalmente en Pulso Cristiano.