En la Argentina se recuerda el 26 de junio de 2002 como una jornada histórica, aunque algunos sectores políticos y empresarios traten que pase desapercibida.
Ese día, dos jóvenes “piqueteros” pertenecientes al Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) “Aníbal Verón”, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, fueron asesinados en la ciudad de Avellaneda, al sur del Gran Buenos Aires, durante la represión llevada adelante en forma conjunto por tres fuerzas de seguridad de la Nación, la Gendarmería, la Prefectura y la Policía Federal, y la Policía bonaerense.
La “Masacre de Avellaneda” ocurrió durante el gobierno del ex presidente Eduardo Duhalde, quien como consecuencia de los asesinatos debió adelantar las elecciones generales.
Uno de los tres fotógrafos que retrató la masacre fue Mariano Espinosa, que trabajaba en la agencia Infosic, donde yo me desempeñaba como editor. La foto superior fue una de las que tomó Mariano en medio de una cacería policial.
Puedes ver la serie completa de fotos de Mariano aquí.
Al día siguiente de los asesinatos, Clarín se sumó a la primera versión difundida por el duhaldismo gobernante con la célebre tapa que decía “La crisis causó dos nuevas muertes”, y que inspiró el siguiente documental:
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=lCJVHXuIh1s&w=560&h=315]El diario Perfil publicó este informe sobre cómo los medios cubrieron la matanza.
Como señala el colega Mario Wanfield en el diario Página/12 en esta nota, “los dos crímenes son lo primero, más vale. La vida es el valor supremo. La manipulación gubernamental y mediática es, en un rango más bajo, un dato esencial. Es sugestivo releer ese aspecto infausto hoy día, cuando el debate sobre la información está en la agenda cotidiana. Simplificándolo al extremo digamos que hay un sector que culpa a los medios dominantes de distorsionar la información versus uno que imputa al Gobierno de lo mismo. En junio de 2002, medios y gobierno hicieron el intento de consuno y fracasaron. La moraleja, que vale para los apocalípticos de antaño y de ahora, es que la construcción de una realidad falaz no es imbatible. En ese caso, la combatieron militantes populares, fotógrafos y cronistas ejercitando su labor con profesionalidad y espíritu democrático. Todos envueltos en la balacera, detalle nada menor”.