Pasado un mes de la muerte de mi mamá, Martha Laurencena de Dergarabedian, empecé a avanzar en una etapa del duelo que es la despedida. Un adiós que no termina en el momento inevitable y necesario del entierro del cuerpo, como fue el caso de ella, o de la cremación, sino que tiene una inercia luego de esos tiempos culminantes. Si uno cumple las diferentes etapas del proceso de duelo, varias de ellas simultáneas, esa despedida se realiza de manera paulatina, integral y sanadora.
Una de las maneras de despedir a la persona fallecida es recuperar y compartir los recuerdos con aquellos que la querían, como bien lo contó en esta nota mi amigo y colega David Kohler, aunque no alcanza con un culto o acción de gracias. Esta nota que estás leyendo forma parte de ese proceso de despedida.
Mientras escucho el disco Casa, de Ryuichi Sakamoto y Jaques y Paula Morelenbaum (lo puedes oír aquí) , respondo los mensajes que recibí por la muerte de mami. Y encontré en uno de ellos las siguientes fotos que publicó la Confraternidad Interdenominacional de Adultos Mayores (CIAM).
Mi mamá era militante de este espacio compuesto por ancianos de diferentes iglesias evangélicas. Y al momento de morir, el 29 de septiembre, participaba en el 17° congreso de CIAM en el hotel Antártida en la ciudad de Mar del Plata.
Las fotos la muestran como era: espontánea, sanamente atrevida, desopilante, como en este caso donde fue directora de un coro, con quienes cantó sus últimas canciones en esta tierra.
Mami estaba en todos los detalles. Por ejemplo, la gorra hacia juego con las chinelas.
En CIAM comentaron que este año “ella se dio el tiempo para compartir cada oportunidad con alguno distinto”. Hilda, la señora que está a su derecha en la foto inferior, compartió lo valiosa que fue la charla durante ese almuerzo.
En la foto inferior, mami aparece sentada en el medio. Había llegado tarde, toda emponchada, pero no se la iba a perder. Y así fue hasta el último día, por gracia y misericordia de Dios.
Qué buen recuerdo… se fue con toda las pilas puestas…