Dios de Pentecostés,
abrázanos en la suave brisa de tu presencia,
envuélvenos en la certeza de tu cercanía,
conmuévenos las fibras más profundas
para que jamás podamos olvidarte.
Dios de Pentecostés,
recuérdanos las viejas historias
para que podamos hacerlas nuevos testimonios
de tu compromiso solidario con nuestras vidas,
Dios de Pentecostés,
desafiános a salir de los encierros,
impúlsanos al encuentro con cada ser humano,
danos palabras simples que te anuncien amplio y justo,
invítanos a mostrarte también en las acciones cotidianas.
Dios de Pentecostés,
dirígenos por caminos de plenitud,
enséñanos un idioma nuevo, que abarque y que incluya,
un idioma que denuncie al que oprime y al que miente,
y que anuncie el poder sanador y liberador de tu gracia.
Dios de Pentecostés,
cántanos las canciones que cantabas sobre las aguas
mientras la creación tomaba forma de hogar
y ayúdanos a reencontrarnos con aquellas melodías
de armonía, de justicia, de cuidado, de respeto, de bienestar común
que tanto necesita nuestra casa común.
Dios de Pentecostés,
contágianos ese amor con el que amas,
líbranos del miedo a perdonar, a tender la mano, a amar,
porque solamente amando el mundo podrá ser otro.
Dios de Pentecostés,
llena nuestras copas del vino nuevo del Reino,
regálanos mesas amplias, generosas,
en las que el pan se comparte con equidad
y en las que siempre hay espacio para alguien más.
Gerardo Oberman
Fuente: Red Crearte bajo Licencia Creative Commons Atribución 2.5 Argentina.